viernes, 27 de enero de 2012

Ordenanza irrevocable


La primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre significarán el seguro camino del fin - Vaclav Havel


El palabrerío inútil suele saturarnos. Tiende a confundirnos cuando se divulgan desde una pseudo autoridad autoproclamada, cargada de repeticiones, evidencias infundadas, y, por sobre todo, autoreferencias. Lamentablemente la invasión verbal (o escrita) no siempre se percibe como tal. Evita censura y se cuela libremente en nuestro subconsciente.

Ni la ciencia puede escaparse. Leo algunas propuestas de prestigiosos profesores y me asombro ante el desparpajo de sustentar una evidencia sobre la base de sus propios postulados teóricos. O, peor aún, respaldar sus prácticas y pensamiento descalificando los demás.

Circulan entre nosotros pedagogos, filósofos, médicos alópatas y alternativos, charlatanes científicos, teólogos y pseudo políticos mercenarios que obtienen importantes beneficios de la confusión que generan entre los iletrados; el desesperado intento de ocultar su propia ignorancia.

Como hechos aislados, no tienen mayor importancia. La historia del mundo se vio plagada de charlatanes anónimos y verborrágicos agoreros que no trascendieron más allá del ámbito donde discurrían sus horas. Pero cuando adquieren relevancia, aunque mas no sea como un chisme de boca en boca, dejan de ser supersticiones y se convierten en mitos urbanos que logran invadir el ámbito serio. Suele concedérsele el valor de evidencia por el simple hecho de circular anónima, pero popularmente; el peso de la masa, el volumen como evidencia. Como dijo Paul Joseph Goebbels: Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. En algún momento de la historia se pierde el origen, porque en realidad no se busca la verdad cuando el axioma conviene, el fin justifica los medios o se oyen cantos de sirenas.

En las últimas elecciones se plantearon duras críticas a quienes representábamos movimientos políticos populares; la mayoría sin fundamento. Un colega del MIA me decía que su mayor preocupación era que, si ganaba el peronismo, estaríamos obligados a acomodar gente y fabricar puestos, pagar salarios exorbitantes y perderíamos el control ante el “aparato peronista”. Sin tener datos concretos, ofrecía como evidencia lo que había sucedido en su pueblo.

En general antes de juzgar la gestión de un gobierno se suelen conceder los primeros 100 días para ver hacia dónde va. Sin embargo, en menos de treinta tenemos suficiente evidencia para ver el rumbo. En pocos días creció la lista de acomodos, salarios exorbitantes, imprudencia e impericias, amenazas, hermetismo, pagos de deudas políticas, concesiones irregulares en perjuicio de los vecinos según sea el ejecutante. Lo que era una amenaza en los demás partidos se ignora obscenamente a la hora de gobernar.

Ahora es tarde para volver atrás, pero podemos aprender la lección. Sentencia un proverbio Chino: “La primera vez que me engañes la culpa será tuya, la segunda, será mía”. Antes de creer un argumento, es bueno informarse, recurrir a fuentes fidedignas, plantearse con autocritica la validez del mismo, tomarse tiempo para reflexionar; dejar de creer, de una vez por todas, los augurios tenebrosos de quienes utilizan la siembra del miedo y la mentira para cosechar beneficios personales. (Sueño que el pueblo tenga un solo partido)

Cuando escuches algunos comentarios trata de identificar el grado de proyección que tienen. Frecuentemente el vacío que producen la ignorancia y el fanatismo se llena en función del contenido del propio pensamiento. “De la abundancia del corazón habla la boca”, una ordenanza irrevocable.