domingo, 28 de agosto de 2011

Despertar

Despertó cansado, como todos los días. Se sentía como si un tren le hubiese pasado por encima. Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías.
Norberto Costa en http://delaciudaddelviento.blogspot.com/search/label/Cuentos

jueves, 18 de agosto de 2011

Versos sin luz

Titilando
La luz escapando de tus ojos,
Resplandor, destellos y fulgores.
Parpadeaste, y fue un segundo,
Negruras, tinieblas y pavores.
Oscuro
Despojamos al sol de sus albores,
Y a la luna le robamos los reflejos.
Descartamos las estrellas por lejanas.
Y asistimos al réquiem de los cometas.
Preguntas, entonces, sin brillo en la mirada,
¿Por qué la casa se vislumbra tan oscura?
 

martes, 16 de agosto de 2011

De muros y fronteras

Un mes y medio antes de que yo naciera se inauguraba el muro de Berlín que separó por casi treinta años una nación, sus habitantes, y las ideas. Separó a la República Federal Alemana de la República Democrática Alemana (RDA) desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989.

El muro se extendía a lo largo de 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos y 115 kilómetros que separaban a la parte occidental de la ciudad del territorio de la RDA. Fue uno de los símbolos más conocidos de la Guerra Fría. El bloque oriental dominado por los Soviéticos oficialmente sostenía que el muro fue levantado para proteger a su población de elementos fascistas que conspiraban para quebrantar "la voluntad popular" de construir un estado socialista en Alemania del Este. No obstante, en la práctica, el muro sirvió para prevenir la emigración masiva que marcó a Alemania del Este y al bloque comunista durante el período posterior a la II Guerra Mundial.

El “muro de la vergüenza” fue el modelo de estructuras de separación violenta vigentes en la actualidad como la barrera israelí de Cisjordania, el “Muro de la Tortilla” entre EEUU y México, el cerco electrificado entre Pakistán y la India, la zona desmilitarizada entre las dos Coreas o la línea verde en Chipre, entre otros.

A corto plazo, un muro cumple la función de resguardar y proteger; pero a la larga no garantiza protección efectiva. El muro mismo debe ser vigilado. De hecho, protege menos de lo que separa. Más allá de la seguridad y protección, el objetivo es la separación de los vecinos más próximos.

A lo largo de la historia aparecieron grupos de trasnochados autodidactas pretendiendo hablar en nombre de la humanidad, evitando la difusión y práctica de las ideas de libertad que constituyen la esencia del hombre. Frecuentemente justificando sus atrocidades con torcidas interpretaciones de la voluntad divina. Imponiendo sus ideas mediante el aislamiento, la discriminación y las murallas: sean estas del más duro concreto o constituidas por la persistente aniquilación de la autonomía de las personas.

Desde mi punto de vista hay muros que se construyen con palabras, con historias recurrentes y memorias intolerantes. He palpado barreras infranqueables que separan a nuestra comunidad, las cuales se remontan a un origen tan dudoso como la expresión misma de su razón de ser.

La integración de cada ser humano que conforma una sociedad se establece tendiendo puentes, nunca construyendo barreras. Dedicar unos minutos a escuchar al otro para comprender sus historias de vida, sus anhelos y frustraciones, alegrías y dolores, preocupaciones, perplejidades y esperanzas, dignifica a las personas. Enfatizando lo que nos une se afianzan los lazos de solidaridad, acrecentados por la riqueza cultural que conforman las diferencias.

Desde la ética y moral cristiana que nos convoca, propiciar alguna forma de discriminación o exclusión conforma la negación misma de la fe. Construir muros para eludir la responsabilidad de considerar las ideas de los demás, su religión, clase social o económica, afición deportiva o pensamiento político, demuestra un profundo desarraigo de aquello que nos hace humanos.

Los que construyeron el muro de Berlín para defender al bloque comunista no sospecharon que la destrucción del mismo sería el comienzo de la desintegración de la Unión Soviética, cuna y sustento de esas ideas. Algo que los forjadores de muros deberían considerar.

martes, 9 de agosto de 2011

Trasplante


Practico por afición la técnica del bonsái. Heredé la pasión inicialmente de mi hermano y recibí mis primeros apoyos técnicos de Silvia Morales. Durante los años que llevo en esto, fui juntando algunas especies comunes a los lugares que habité.

Hace unos años, recorriendo los arroyos locales, me sorprendió la cantidad de árboles de mora que vi en las orillas. Encontré una planta adecuada y decidí transformarla en un bonsái. Pero al saber que no es una planta originaria de la región, sentí curiosidad y decidí investigar cómo llegaron hasta aquí. Así fui a dar con un blog en internet que cuenta los avatares de los primeros inmigrantes de las aldeas.

Un grupo migratorio importante en Argentina vino del Friuli,  región histórica y geográfica del Nor Este de Italia que corresponde a las actuales provincias de Udine, Pordenone y Gorizia y a un pequeño sector de la de Venecia. Los primero se radicaron en la provincia de Córdoba en la localidad de Colonia Caroya. Un grupo se asentó en Entre Ríos, particularmente en San Benito.

Es interesante conocer que los friulanos llegados al Departamento Paraná a partir de 1879 conocían el oficio de la cría del gusano de seda, entre otras actividades agrícolas. Cierto que por entonces dicha industria había caído notablemente por la influencia del ingreso de la seda japonesa y también por las pestes que habían asolado la región del Friuli, entre ellas la “Pebrina”. Una vez aquí, intentaron comenzar con esta actividad pero el clima reinante nos les permitió lograr su objetivo, ya que el gusano de seda requiere de ciertas condiciones de temperatura y humedad para reproducirse y formar el capullo del cual se obtiene la seda natural.

 Para alimentar a los gusanos antes de formar el capullo se requiere de la hoja de la mora, único alimento que consume este gusano. Fue en aquella época donde se plantaron las primeras moras. Los árboles que vemos en nuestra comarca descienden de aquellas primeras plantaciones y fueron diseminados por las aves que consumen sus frutos.

La “Pebrina” que asoló Europa por entonces era un parásito que se multiplicaba en las heces del los gusanos. Estos parásitos crecían sobre las hojas de las moreras dejando unas manchas negruzcas. Al ser consumidas por las orugas, estas enfermaban y morían. Mientras esta plaga diezmó los cultivos locales, en Francia Luis Pasteur había descubierto el origen y les enseñaba a los campesinos a combatir la plaga.

Sin lugar a dudas nuestra sociedad se enriquece con la diversidad de culturas. Desde el idioma, comidas, música y costumbres hasta los aportes económicos y sociales. Pero así como la industria del gusano de seda en el pasado presentó dificultades para adaptarse al medio local, todo trasplante social tiene ciertos peligros. Las comunidades estudiantiles, alejadas de sus familias y, muchas veces apremiadas por necesidades económicas, son más susceptibles de riesgo. La soledad, la falta de contención, la presión de los estudios y la carencia económica podrían condicionar a un grupo susceptible a buscar soluciones riesgosas.

Es importante crear redes de protección alrededor de los estudiantes, estar atentos a la aparición de signos que pudieran darnos alguna señal de peligro. Prevenir la evasión por medio del consumo de drogas, psicofármacos o alcohol.

Cuando la cura de la enfermedad del gusano de seda llegó a nuestras tierras, esta industria ya había desaparecido. Cada árbol de mora debería recordarnos la responsabilidad que tenemos con aquellos que crecen lejos de sus orígenes.