lunes, 31 de mayo de 2010

El poder de las palabras II

La presencia o la ausencia de palabras imprime huellas en el aparato psíquico y, de alguna manera,nos construye humanos. C. Debertis Martins

En su novela “Cien años de soledad”, Gabriel García Márquez relata la aparición de una peste en el pueblo de Macondo que producía amnesia. Sus habitantes se dieron cuenta de que el conocimiento del mundo empezaba a escapárseles, y que podían llegar a olvidar qué eran los objetos cotidianos. Descubrieron que el antídoto para tal enfermedad radicaba en las palabras. A fin de recordar qué significaba para ellos su mundo, escribieron letreros y los colgaron de las bestias y los objetos. Según Alberto Mangel las palabras nos dicen qué creemos como sociedad qué es el mundo.

El hombre se distingue de los animales por la capacidad del lenguaje, el cual se forma mediante un código simbólico totalmente artificial y arbitrario.
Al nacimiento el primer soporte de comunicación de un niño será el llanto, al cual deberá valorarse la entonación, intensidad y ritmo a través del cual se transmitirán mensajes a la madre. Esta comunicación a su vez se verá enriquecida por la comunicación gestual, la prosodia del lenguaje de la madre (diferentes tonalidades afectivas de la madre) así como el ritmo de los latidos del corazón de la madre.

El lenguaje es un mecanismo estructurador y condicionante del pensamiento y de la acción. Permite al niño recibir las informaciones socio culturales del ambiente, pudiendo así adelantarse a sus experiencias personales y ampliarlas. Estructura y regula la personalidad y el comportamiento social, permitiendo al ser humano proyectar sus reacciones afectivas en el tiempo y en el espacio. Constituye el principal medio de información y cultura, siendo un factor importante de identificación de cada grupo social.
El uso del lenguaje representa una responsabilidad social. Para el psicólogo Richard Wiseman son evidentes las repercusiones negativas de las palabras malintencionadas, de los insultos, improperios lanzados contra otra persona, de la violencia resultante de la emoción fruto del desprecio. Por cada calumnia lanzada contra alguien se requieren cinco cumplidos para compensar el daño infligido. Aunque un niño esté sano genética y neurológicamente, si a su alrededor no existen formas de contacto, de comunicación, de límites, su desarrollo se alterará gravemente. La privación de afecto puede llegar a generar atrofias físicas y cerebrales.
Uno de los factores de interferencia de comunicación e incluso de violencia es la TV. Es sabido que lo que se hace público, constante, iterativo, desprovisto de ponderación crítica y de impunidad, adquiere valor de verdad, de autoridad y de permisividad.

Según Ellen White la voluntad de un niño debe enseñarse para que obedezca los dictados de la razón y la conciencia. En un ambiente feliz, mediante el uso de palabras agradables que animan y enriquecen, los niños desarrollarán disposiciones dulces y luminosas. Es esencial para su felicidad sentir que la aprobación descansa sobre ellos.

Luchemos por superar la dureza de expresión, y cultivar tonos suaves. Puede no ser la solución para los problemas del mundo, pero sí un buen comienzo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

El grito sagrado

El verdadero poder no se hereda, se arrebata.

Alucinadas por la codicia, las naciones extranjeras siempre vieron a las tierras de América como fuente inagotable de riquezas. Millones de compatriotas y habitantes de la América Latina muestran, en sus miserias, el resultado de este expolio. Sí, nacimos del expolio. Un día los padres de nuestros padres, que en ese momento se sentían hijos no reconocidos de los poderosos, decidieron emanciparse, iniciar el camino de la autonomía. Con aciertos y errores, la independencia ocurrió hace apenas dos siglos, cuatro veces mi edad… no fue hace tanto.
Mariano Moreno había escrito en La Gaceta: “El gobierno antiguo nos había condenado a vegetar en la oscuridad y el abatimiento, pero como la naturaleza nos ha criado para grandes cosas, hemos empezado a obrarlas, limpiando el terreno de tanto mandón ignorante”. Por otro lado redactó un decreto sobre la “Supresión de honores”. España había logrado establecer un grupo dominante de elite y mantener al resto del pueblo en la mayor ignorancia posible. Fundamentando este decreto Moreno escribía: “privada la multitud de luces necesarias para dar su verdadero valor a todas las cosas, reducida por la condición de sus tareas a no extender sus meditaciones mas allá de sus primeras necesidades (…) confunde los incidentes y homenajes con la autoridad y jamás se detiene a buscar al jefe por los títulos que le constituyen, sino por el voto y las condecoraciones con lo que lo ha visto distinguido”.
Los comienzos fueron difíciles. Las guerras de la independencia de América derramaron más sangre de americanos que la de los dominadores. La libertad e independencia que supimos conseguir, aún nos cuesta mantener. Con las palabras de Pacho O’Donnell, “debemos rastrear en el ideario de nuestros próceres mayores, sin duda admirables por muchos otros motivos, una de las razones de nuestra debilidad de sentimiento patriótico y la desconfianza en nuestras propias capacidades nacionales”.
A doscientos años de la independencia, Argentina aún tiene lazos de dominación que no puede cortar. Dependemos de los préstamos extranjeros con capitales que, en su mayoría, se originaron en el oro americano o en el robo de las propias riquezas de la Nación. Desbaratamos la diversidad agraria por un monocultivo bajo la vigilancia comercial de Monsanto. Aglutinamos carne y leche en una modalidad productiva rentable a costa de riesgo sanitario y ambiental, empeñando el hábitat propio y de nuestros hijos. La opinión pública es engañada y estupidizada desde los monopolios mediáticos. El genocidio ideológico fue substituido por la falta de ideales. Demarcamos el territorio político en beneficio de pocos con exclusión de la mayoría que se hace evidente en los niveles de educación y salud, de acceso a la vivienda o las precarias condiciones de vida de los jubilados.
Pero, tal vez, el tirano mayor siga siendo el miedo. El miedo a intentar una forma solidaria de ser independientes, de hacernos responsables de nuestras decisiones, de crecer como comunidad manteniendo la unidad en la diversidad, aunque empiece como un susurro profano.

lunes, 17 de mayo de 2010

El hombre de Cro-Magnon

Discriminar (Del lat. discrimināre) 1. tr. Seleccionar excluyendo. 2. tr. Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc. (DRAE)

En la editorial del número anterior del Zoom el Dr. Ravinovich señalaba la discriminación sufrida por una persona que entró a una iglesia vestido de mendigo. Años después esa misma persona asume públicamente que no le dirige la palabra a alguien que use un piercing en la lengua. Sorprendentemente en el ámbito donde se debería mostrar mayor tolerancia y comprensión, se suelen instalar los bastiones de la intransigencia, con la soberbia de hacerlo en nombre de Dios.
Me crié en el campo. Una de mis tareas era alimentar las gallinas. Nunca entendí porqué estas aves de corral tienen la tendencia a picotear, a veces hasta la muerte, a aquella compañera que aparenta ser más débil. Empecé a comprender esta actitud al estudiar el comportamiento humano. Suelen sufrir mayor discriminación aquellos que no pueden defenderse: una madre soltera, su hijito de escasos meses, el compañero nuevo de grado, el profesional más capaz, el vecino diferente…
Es que la discriminación se basa en el desprecio, el desprecio que irrumpe cuando la manada expulsa literalmente a la víctima al espacio no controlado por nadie. Al reflexionar sobre las emociones negativas se confunde a menudo el desprecio con el miedo. Es el impacto dejado por el desprecio lo que alimenta el miedo, que deja una huella irreparable. La vida carece de sentido cuando el desprecio logra destruir la confianza en sí mismo y la curiosidad por profundizar en el conocimiento y amor de los demás. Experimentos muy recientes –divulgados por el psicólogo Richard Wiseman– han puesto de manifiesto las repercusiones negativas de las palabras malintencionadas, de los insultos, improperios lanzados contra otra persona, de la violencia resultante de la emoción fruto del desprecio. Se ha comprobado que por cada calumnia lanzada contra alguien se requieren cinco cumplidos para compensar el daño infligido.
La discriminación es un veneno que contamina el alma y se contagia de persona a persona con la velocidad del rayo. Lamentablemente tiende a disimularse detrás de buenas intenciones, de moralidad o defensa de las buenas costumbres. Alimentada por la ignorancia emerge con todo el poder destructivo que posee. Exige demarcar territorios, establecer fronteras, estigmatizar y proferir sentencias. Como Ave Fénix renace de las cenizas de la memoria selectiva y los rencores, perpetuándose en la falta de autocrítica, en la costumbre de hacer las cosas simplemente porque siempre así se hicieron.
Los discriminados por nuestra sociedad son los indefensos. A veces pienso que la humanidad no superó al hombre de Cro-Magnon. Que aun estamos dentro de la caverna, ávidos de usar el garrote para someter a quienes consideramos diferentes. Si para mantener nuestra identidad despreciamos a los demás, no encontraremos el tiempo necesario para compensar los desmanes, alimentando con ello los mecanismos de la violencia colectiva.
Y después nos preguntamos porque no crecemos como colectividad religiosa, porqué no nos expandimos hacia las comunidades aledañas o nuestro estilo de vida es ignorado por nuestros vecinos.

jueves, 13 de mayo de 2010

Ni blanco, ni negro

(Mas o menos como me lo contó mi hijo Mikhail)

Era un día lánguidamente gris.
Las nubes grises, gris la opaca niebla.
Las sombras de los árboles proyectaban apenas un lóbrego gris que se confundía con el melancólico gris del paisaje.
La ruta sombría y monótonamente gris. Gris plata el automóvil; gris aluminio el camión.
El accidente fue inevitable, los metales retorcidos y las sombras escurridizas integrando una masa gris entre la niebla oscura.
Hasta que vino la Cruz Roja y me arruinó la historia.

lunes, 10 de mayo de 2010

Epitafios

Cuando el dolor es tanto, las palabras sobran. Todo mi silencio es tuyo.

La muerte sigue siendo una circunstancia tan adosada a la vida como la existencia misma. Empezamos a morir el día en que nacemos. La defunción de un ser significativo siempre aturde. A los espectadores de una muerte ajena a veces les queda el silencio como único recurso, el acompañamiento mudo ante un hecho definitivamente consumado.
Pero mientras haya una chispa de esperanza la actitud es diferente. A veces repetimos la historia en voz audible como para convencernos de que hay algo para hacer.
Para algunos, cualquier atropello de sus derechos significa una crisis tan colosal que se paralizan, quedan inertes, inmóviles, como muertos. Otros tienen la idea de que la solución vendrá después de la muerte y que, entretanto, solo nos queda esperar. En el medio, la corriente arrastra a quienes se resisten a tener una vida propia; siempre dispuestos a quejarse por bocas ajenas, se retraen temerosos ante la mínima sospecha de intimidación.
Guernica es un famoso cuadro de Pablo Picasso, pintado en 1937, cuyo título alude al bombardeo de la ciudad de Guernica, ocurrido el 26 de abril de ese año, durante la Guerra Civil Española. Fue realizado por encargo del Gobierno de la República Española para ser expuesto en el pabellón español durante la Exposición Internacional de 1937 en París, con el fin de atraer la atención del público hacia la causa republicana en plena Guerra Civil Española. En la década de 1940, puesto que en España se había instaurado el régimen dictatorial del general Franco, Picasso optó por dejar que el cuadro fuese custodiado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, aunque expresó su voluntad de que fuera devuelto a España cuando volviese al país la democracia. En 1981 la obra llegó finalmente a España. Se expuso al público primero en el Casón del Buen Retiro, y luego, desde 1992, en el Museo Reina Sofía de Madrid, donde se encuentra en exhibición permanente.
Pintado en blanco y negro y gama de grises, el cuadro ofrece imágenes simbólicas muy fuertes: el toro, la madre con el hijo muerto, un soldado muerto con su espada rota, un caballo desbocado, una mujer herida arrodillada, la mujer del quinqué y la casa en llamas. La imagen global es abrumadora. Es interesante que cuando los niños ven la pintura por vez primera, no se atemorizan ante las trágicas imágenes que invitan a escapar de la escena. Casi todos señalan la pequeña flor que crece junto a la mano del guerrero muerto.
Se dice que en 1940, con París ocupada por los nazis, un oficial alemán, ante la foto de una reproducción del Guernica, le preguntó a Picasso que si era él el que había hecho eso. El pintor respondió: «No, han sido ustedes».
El silencio puede representar nuestras más profundas emociones ante el hecho consumado de la muerte. Pero mientras haya esperanza, aunque sea la mínima flor en medio de la devastación de una ciudad bombardeada por la guerra o por la lucha de quienes desean someter a sus habitantes, podemos hacer sentir nuestra voz, aunque sea para señalar la vida.

lunes, 3 de mayo de 2010

El día más triste

En menos de tres semanas ayudé a socorrer a dos vecinos de mi barrio. Los dos, personas mayores, se enfrentaron en pocos segundos a la muerte. Ambos vecinos de esta colina de la esperanza, constructores y observadores del devenir de la historia. No fui el único que ayudó; familiares y vecinos hicieron cada uno lo suyo para auxiliar a quienes yacían en el suelo.
A falta de ambulancia, es tremendamente difícil colocar en un vehículo común a una persona que no puede moverse, que no colabora simplemente porque se está muriendo. Es desesperante ver como corren los minutos para quienes sabemos cómo se escurre la vida con cada segundo perdido. Uno de mis vecinos no tiene una obra social que funcione en el sanatorio y tuvo que ser atendido como Dios exige en un sanatorio de Crespo. El otro, si. Si hubiese sido al revés no estaría más entre nosotros.
Mientras lo acompañaba palpando el pulso de un corazón que se agotaba, sintiendo el jadeo de sus pulmones que parecían un acordeón oxidado, pude ver su mirada suplicante. No sé qué extraño mecanismo se activó en mi mente; como en un eco volví a escuchar a nuestro intendente llamando a la unidad, alegando que el día más triste sería aquel que el vecinalismo pierda las elecciones.
Desde hace un año aproximadamente que se analiza desde el AVU la unión de los partidos vecinalistas disidentes. Mientras aguardaba noticias de mi vecino en la sala de espera de la unidad de terapia intensiva, me puse a reflexionar en lo que pudo haber pasado; en la carencia absoluta de servicios públicos de atención oportuna y eficaz. Caí en la cuenta de una realidad en la que no había pensado: la insuficiencia en materia de salud pública local involucra a todas las facciones políticas en el gobierno. Tanto el intendente como el director del centro provincial de salud son médicos. Ambos saben las necesidades de salud de la población local. Ambos son responsables del estancamiento en la provisión de atención en el municipio. Ambos pertenecen al mismo partido vecinalista. También es responsable el gobierno provincial que se escuda bajo un manto de ignorancia, quizás asumiendo que en Libertador San Martin no hay necesidades porque estas son cubiertas por el sanatorio. Pero también lo somos cada uno de los que emitimos un voto.
Después de sentir como la vida de mis vecinos se escurría entre mis manos, de imaginar que hubiese pasado si no llegábamos a tiempo, sentí pánico. ¿Qué ocurre con el resto de la población? ¿Cómo se traslada quien no tiene recursos? ¿Dónde se atienden los fines de semana o feriados? Parece que para los responsables locales vale tan poco la salud de la población que pretenden cuidarla con mano de obra gratuita: médicos que atiendan sin pagarles o con estudiantes sin matrícula.
La unidad del vecinalismo promete más de lo mismo, el partido que gobierna la provincia también. Entonces, se me ocurre que el día más triste no será aquel en que la gente se libere de las amenazas y las presiones colectivas y vote una plataforma de gobierno que responda a sus intereses genuinos.
El día más triste es aquel en el que perdamos la confianza de los seres sobre los cuales somos responsables, y ese día, en materia de salud, comenzó hace tiempo.