Hoy me levanté pensando en esta cuestión primitiva, ancestral y recurrente de la culpa. No me refiero a sentirse culpable, sino a encontrar uno que lo sea. Pero no aquella que resulta de méritos propios, sino la que se esgrime para satisfacción ajena, que generalmente es la de quien acusa.
La culpa es del médico y no del propio estilo de vida; de la ruta, no del exceso de velocidad o la falta de mantenimiento vehicular; del árbitro, de los zurdos, los latinos, los judios, los negros, las novelas de aventura, las brujas, los ratones, los dioses, los sacrificios, la mujer, la serpiente...
Probar el fruto del conocimiento siempre te sacará de algún paraíso. Por lo menos de tu sitio de confort desde donde te concentras en encontrar, desde la comodidad del pensamiento ajeno, un culpable y atrincherarte detrás del mas inocente.
Es como si fuéramos espectadores inválidos: mientras nos concentramos en un histérico zapping en busca de la imagen que refleje las ideas de un supuesto colectivo (alentando la ilusión de ser protagonistas) estamos varados, vociferando que la culpa siempre es del otro. Alguien que probablemente ni se entere.
miércoles, 20 de marzo de 2019
sábado, 28 de abril de 2012
No te salves
Para matizar un poco con algunos de mis poemas preferidos... ahi va uno de Mario Benedetti. El primer libro suyo que lei se llamaba "Primavera con una esquina rota" y aun recuerdo alguno de sus cuentos... Este poema no es de ahi, pero me encanta.
NO TE SALVES
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Mario Benedetti - escritor uruguayo
Pobreza a los diez años
Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato.
de un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela... Apenas tercer grado...
Qué largo fue el recreo, el más largo el año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.
Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,
todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando...
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos...
Que anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la escuela
y aquel recreo largo...
Mi piecesito trémulo, miedoso, acurrucado.
Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón a los diez años.
Matilde Alba Swann. Poetisa Argentina
domingo, 15 de abril de 2012
Sobre ruedas
En algún lugar del alma se extienden los desiertos de la pérdida, del
dolor fermentado; oscuros páramos agazapados tras los parajes de los días.
Enrique Sealtiel Alatriste
El texto
escueto inducía a una compra inmediata alegando la oportunidad que el precio
sugería. Algo así como que era una súper oferta y en la foto, los patines.
Había sido el
sueño de toda su infancia. Era pequeña para reclamar aquello que a los mayores
les parecía un capricho más. Los había visto patinar en el polideportivo
municipal y decidió su futuro en un instante, entre la música del vals, los
giros de la coreografía, las sedas de los vestidos, las luces y los aplausos.
Los primeros que
calzó fueron usados y rústicos; de industria nacional con ruedas de plástico, que
perdían la adherencia y el control apenas se alisaba el suelo. Pero ni los
golpes, los moretones o las rodillas peladas, cuyas costras se pegaban a las
medias como abrojos, lograron suprimir su anhelo. A medida que aparecieron las
destrezas y las presentaciones la necesidad imponía cambiar los patines. La ayuda vino de tíos y abuelos, mas determinados
por las caídas y lesiones que por la pasión que el deporte generaba en ellos.
El tiempo y las
hormonas contribuyeron a modelar su cuerpo desgarbado. Los movimientos
adquirieron una gracia sensual que encantaba al público y destrozaba corazones
no correspondidos. Cada vez que salía a la pista hechizaba su figura, iluminada
por la luz de sus ojos celestes que se volvía radiante con cada destreza
perfecta. Contraste notorio en ese preciso y fugaz momento en el cual, por el desafío
de la gravedad o la acrobacia imposible, la gente suspendía la respiración
y apagaba las voces.
Supo también que
quería ser bailarina, que podía tocar el cielo en el escenario y sugerir que se
detenía el tiempo en un salto. Empezó a tocar el cielo con los dedos al ver
concretarse su sueño.
Fue en
primavera, cuando reverdecen las ramas y se satura la mañana de luces y aromas,
que apareció. Cortés, impecable en sus modales, persistente. Conquistó su corazón
con el tiempo que tardan en madurar los duraznos. La llenó de promesas y de
sueños. Proyectó recorrer, con ella, el mundo y sus alrededores. Eligieron
juntos los patines nuevos, las alianzas, las sábanas, la cuna del bebé, en ese
estricto e impecable orden.
Entre las
promesas se colaron las prohibiciones, primero por la salud, luego por el bebé
y al fin porque ya amenazaba el hambre y se borraba el futuro.
-“Cuando
salgamos de esta, te juro que volvés al escenario”
Las sábanas
empezaron a disimular remiendos. La vida se habría con desgarros que no podía
parchar la esperanza. No cerraba sus ojos a la hora del amor, porque daba lo
mismo si no había luz por dentro.
No salieron.
Ella consiguió un trabajo fijo, regular, estático. Soñaba con saltos en el aire
y se despertaba cayendo en espiral.
Una tarde en
el canal cultural pasaban la gala de ballet del teatro nacional, en el otro veintidós
idiotas detrás de una pelota. Ni siquiera reaccionó cuando la música pasó a ser
el grito de la hinchada, ante el histérico teclear de los botones. Hacía tiempo
que no tenía el control y solo le queda planchar esa camisa para que parezca cortés,
impecable en sus modales, persistente…
Pero era lo
que tenia, el dulce engaño de las promesas imposibles. Si lo perdía, se quedaba
sola.
No necesitó
pensarlo más. Escribió el anuncio con la mirada fría, lejana. Por última vez se
calzó los patines. Todo en aquel pequeño
patio de baldosas estaba impregnado de otoño. Mientras las hojas caían, sintió
vértigo. Por primera vez se sostuvo para
no caer.
viernes, 27 de enero de 2012
Ordenanza irrevocable
La primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre significarán el seguro camino del fin - Vaclav Havel
El palabrerío inútil suele saturarnos. Tiende a
confundirnos cuando se divulgan desde una pseudo autoridad autoproclamada,
cargada de repeticiones, evidencias infundadas, y, por sobre todo,
autoreferencias. Lamentablemente la invasión verbal (o escrita) no siempre se
percibe como tal. Evita censura y se cuela libremente en nuestro subconsciente.
Ni la ciencia puede escaparse. Leo algunas
propuestas de prestigiosos profesores y me asombro ante el desparpajo de
sustentar una evidencia sobre la base de sus propios postulados teóricos. O, peor
aún, respaldar sus prácticas y pensamiento descalificando los demás.
Circulan entre nosotros pedagogos, filósofos,
médicos alópatas y alternativos, charlatanes científicos, teólogos y pseudo políticos
mercenarios que obtienen importantes beneficios de la confusión que generan
entre los iletrados; el desesperado intento de ocultar su propia ignorancia.
En las últimas elecciones se plantearon duras
críticas a quienes representábamos movimientos políticos populares; la mayoría
sin fundamento. Un colega del MIA me decía que su mayor preocupación era que,
si ganaba el peronismo, estaríamos obligados a acomodar gente y fabricar puestos,
pagar salarios exorbitantes y perderíamos el control ante el “aparato peronista”.
Sin tener datos concretos, ofrecía como evidencia lo que había sucedido en su
pueblo.
En general antes de juzgar la gestión de un
gobierno se suelen conceder los primeros 100 días para ver hacia dónde va. Sin
embargo, en menos de treinta tenemos suficiente evidencia para ver el rumbo. En
pocos días creció la lista de acomodos, salarios exorbitantes, imprudencia e
impericias, amenazas, hermetismo, pagos de deudas políticas, concesiones irregulares
en perjuicio de los vecinos según sea el ejecutante. Lo que era una amenaza en
los demás partidos se ignora obscenamente a la hora de gobernar.
Ahora es tarde para volver atrás, pero podemos aprender la lección. Sentencia un proverbio Chino: “La primera vez que me engañes la culpa será tuya, la segunda, será mía”. Antes de creer un argumento, es bueno informarse, recurrir a fuentes fidedignas, plantearse con autocritica la validez del mismo, tomarse tiempo para reflexionar; dejar de creer, de una vez por todas, los augurios tenebrosos de quienes utilizan la siembra del miedo y la mentira para cosechar beneficios personales. (Sueño que el pueblo tenga un solo partido)
Ahora es tarde para volver atrás, pero podemos aprender la lección. Sentencia un proverbio Chino: “La primera vez que me engañes la culpa será tuya, la segunda, será mía”. Antes de creer un argumento, es bueno informarse, recurrir a fuentes fidedignas, plantearse con autocritica la validez del mismo, tomarse tiempo para reflexionar; dejar de creer, de una vez por todas, los augurios tenebrosos de quienes utilizan la siembra del miedo y la mentira para cosechar beneficios personales. (Sueño que el pueblo tenga un solo partido)
Cuando escuches algunos comentarios trata de identificar el grado de proyección que tienen. Frecuentemente el vacío que producen la ignorancia y el fanatismo se llena en función del contenido del propio pensamiento. “De la abundancia del corazón habla la boca”, una ordenanza irrevocable.
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