martes, 16 de febrero de 2010

Sobre miedos y crianzas

Miguel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta clínico, sugiere en su libro "Criar sin miedo" que hay una sabiduría oculta en todos los padres, aunque ellos no la vean. Esta sabiduría sólo es accesible cuando el miedo no avanza sobre la vida familiar de la manera avasallante como lo está haciendo en estos tiempos. Si el miedo guarda el lugar que le corresponde, el amor y la inteligencia pueden expresarse de mejor manera.
El miedo se ha instalado en los hogares generando la percepción que estamos viviendo tiempos cada vez más peligrosos. La principal secuela la constituye la sensación de incapacidad e ineficacia a la hora de criar a los hijos y de generar en ellos la base para una vida autónoma. Como consecuencia de esta parálisis de gestión se aproximan tanto las fronteras de la necesaria brecha generacional que los hijos no consideran ineludible dejar el nido. Prevalece la culpa y el temor a no ser o haber sido lo suficientemente buen padre o madre.
La percepción por parte de los hijos de esta gestión culposa, cargada de sacrificios, opone al adolescente a crecer. Ser grande es un bajón, un suplicio que se confirma por las respuestas quejumbrosas de los padres frente a las vicisitudes cotidianas. Queda la sensación de pérdida vital, de que no hay significado en desarrollar todo el potencial buscando la fuente de nuestro entusiasmo cotidiano.
Si bien es necesario advertir a los jóvenes sobre los peligros de la vida dándole estrategias de supervivencia o de evasión, algunas amenazas son infundadas y lamentablemente generadas desde la posición del adulto. Últimamente los medios promueven una visión escatológica de la vida sobre la tierra. Desde la visión del adolescente las condiciones vitales para la existencia se agotarán dentro de su propio período biológico si no media la destrucción global por pandemias, meteoritos gigantes, guerras o desastres naturales…
Quienes dan sus primeros pasos en la vida buscando un referente seguro encuentran a unos padres angustiados, temerosos, paranoicos. Se van angustiado, hallando en el alcohol un ansiolítico disponible.
Estemos tranquilos nosotros, disfrutemos de la vida, que eso también se transmite a los hijos y les da ganas de crecer; entonces no se intimidan y su conducta mejora. Hay una escena que no se modifica: los chicos anhelan a alguien con autoridad. Si no la tienen los padres -porque los padres se sienten niños o no la asumen- se la otorgarán a la primera persona significativa que la represente. Es imprescindible la autoridad, para acatarla o desafiarla, pero es ineludible.
Fernando Savater nos anima cuando dice: “Ser humanos no es una fatalidad biológica sino un entrenamiento social: son los maestros (y padres) los encargados de transmitir y por tanto de conservar la alegría, la perplejidad y la disciplina que configuran la Humanidad”.
Como padres debemos aprender a conjurar las desgracias que dejó escapar Pandora de su caja. Construir el amor, el gozo de vivir, la esperanza y la solidaridad. Procurar establecer una actitud alegre y positiva frente a las encrucijadas de la vida. Esto no quiere sugerir inconsciencia ni evasión de la realidad, sino el análisis meticuloso, aleccionador y positivo con el fin de retener lo bueno.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

EJERCER LA PATERNIDAD SIN TEMORES... LA PROPUESTA DE MIGUEL ESPECHE EN SU LIBRO TIENE MUCHO SENTIDO. EL MIEDO NOS CONGELA EL ALMA, ASI COMO NOS INHIBE LA INTELIGENCIA, GANANDO SOLO UNA MERA REACCION.
MUY INTERSANTE, SOLO QUE SI ERA DIFICIL SER PADRES ESTO TRAE A UNA NUEVA INTROSPECCION EN LA CRIANZA DE NUESTROS HIJOS.
AUNQUE ES CIERTO TAMBIEN QUE NO SE PUEDE CAMBIAR O MEJORAR LO QUE NO SE CONOCE O ADMITE. GRACIAS.

Nestor Zawadzki dijo...

La familia contemporanea, y en particular los hijos adolescentes, se exponen al debilitamiento del futuro como foco orientador de los proyectos de vida y a la incertidumbre como factor lineal de la trayectoria de vida. Desde los medios y la percepción general se alimenta una condición de pánico paralizante. La idea es animarnos rescatando las alegrías y perplejidades del momento cotidiano y transmitir esa alegría a los chicos. Como decia R. Tagore: hacer lo que debemos, aceptar las limitaciones frente a lo imposible y pedir sabiduria para reconocer la diferencia.

Lorena. dijo...

Al leer tu entrada, mi primera reaccion fue: no es bueno y normal tener miedo?...no es el miedo una manera de alertarte?. Me fui a leer un poco mas sobre el trabajo de este autor y me quedo con esto que me gusto..."Si nos limitamos como padres, unicamente a mostrar los peligros, solemos olvidar destacar paralelamente, los beneficios de crecer y el sentido profundo que tiene la vida + alla de sus riesgos, mostrando asi que el paso a la adultez es algo que vale la pena vivir". Gracias Nestor, un saludo.

Nestor Zawadzki dijo...

Gracias Lorena. El miedo al "cuco" fue una herramienta pedagògica muy utilizada por quienes necesitaban ejercer el poder a toda costa (con buenas o malas intenciones). Cuando dejamos de creer en él, nos inventaron otros miedos y personajes para reemplazarlo... Coincido en que la escencia de mi entrada es lo que escribiste. Gracias