domingo, 10 de abril de 2011

Serenidad

Señor, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para poder diferenciarlas. R. Niebuhr

Menapace escribió “que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan y que con las penas pasa al revés; se achican. Tal vez lo que sucede es que, al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro.”

Pero hay veces en que el dolor, la impotencia, la rabia y el sufrimiento son demasiado grandes como para revertirse con alegrías previas. La muerte, que nos arrebata a quienes queremos o a aquellos distantes, nos recuerda la vulnerabilidad del hombre. Mientras escribo estas líneas una joven familia de Libertador llora la muerte de su hijita víctima de la imprudencia en las rutas. Un segundo fatal que marcó la historia de cada uno para siempre.

El 8 de abril una noticia sacudió la sensibilidad de todos.  “Río de Janeiro fue conmovido por la matanza de 12 adolescentes asesinados en una escuela pública de la ciudad. El autor, un perturbado mental de 23 años, consiguió dos revólveres que empleó contra los alumnos, 10 niñas y 2 niños de entre 12 y 15 años, antes de suicidarse al verse acorralado por la policía. Todos los testimonios coinciden en que el asesino, Wellington Menezes, huérfano de sus padres adoptivos y ex alumno de ese colegio -donde sufrió humillaciones y acoso escolar-, era un tipo reservado y solitario que se pasaba las horas navegando en Internet y consultaba páginas de fundamentalismo islámico.
‘Parecía una película de terror prohibida a menores’, contó uno de los que escaparon de la lluvia de tiros. Una de las cosas que más ha impresionado a la opinión pública ha sido el testimonio de los escolares. Una niña de 11 años recuerda que lo que más la asombró fue ver correr la sangre escaleras abajo mientras el loco seguía matando”, relata la crónica digital de El País.

¿Cómo el cerebro humano llega a concebir semejante conducta? ¿Son las horas de televisión, las películas violentas o las novelas de ficción las que alimentan esta demencia? Al buscar una explicación no podemos arriesgar teorías simplistas sino debemos preguntarnos: ¿cuánto vale la vida en la sociedad donde vivimos? ¿Cómo la protegemos? ¿Qué prioridad le concedemos a los vulnerables? ¿Cuáles son las formas en que ejercemos o toleramos la violencia?

“En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es total: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). Toda la vida, en su conjunto, duele.” (Montoya Carraquilla)
Los accidentes y las tragedias sociales tienen componentes elementales que los constituyen. Se producen ante la suma de esos factores y la desafortunada combinación de circunstancias facilitadoras. El asesino de Río creció enfrentando el dolor del rechazo y la exclusión. Una sociedad individualista, que favorece la discriminación e ignora los problemas sociales, corre el riesgo de volverse insensible fomentando los desbordes de violencia. La prevención surge de la reflexión sobre nuestra valoración de la vida y el compromiso a defenderla.

Wellington Menezes no parecía trastornado. Un adicto a la velocidad tampoco. Sin embargo ambos comparten la misma exaltación, locura, insolencia y desprecio por la vida.

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