domingo, 11 de septiembre de 2011

A mis maestros

Lo que la oruga interpreta como el fin del mundo es lo que el maestro denomina mariposa. Richard Bach

“Necesitamos contribuir a crear una escuela que se aventure, que marche, que no tenga miedo al riesgo y por ello rechace la inmovilidad; la escuela en al que se piensa, en la que se actúa, en la que se cree, en la que se habla, en la que se ama, se adivina, una escuela que apasionadamente diga si a la vida.
Professora sim, tia nao PAULO FREIRE 1921-1997



Aún recuerdo su rostro, particularmente su sonrisa. Lograba alejar el pánico que nos infundía el director cuando repartía amenazas sobre faltas graves tales como tener las uñas o las orejas sucias o desatados los cordones, pulcritud casi imposible de mantener en una escuela rural a la que llegábamos por caminos de tierra colorada. La calma de mi maestra despejaba el temor, siempre presente para despejar las nubes de los dramas de infancia. Así ocurrió con las maestras que la sucedieron. Cada una a su manera, en diferentes escuelas y geografías fueron iluminando mi vida, con la luz de la fe, de la esperanza y del conocimiento. Todas y cada una de ellas dejaron en mi parte de su vida, de sus años, de sus familias. Como arquitectos de mi futuro establecieron sólidas bases necesarias para ejercer la libertad del pensamiento autónomo.
Cuando dirigí el Barco hospital en el Rio Paraguay viví una experiencia imborrable. En el medio de la nada, a pocos metros de la costa había una pequeña escuelita. Pintada de blanco con cal, resaltaba en medio de la selva. Llegamos en canoa. Nos recibió un coro de ranas, mientras la danza de los camalotes acompañaba el oscilar de la canoa. Izada sobre un palo a modo de mástil, flameaba la bandera. Me impresionó el techo hecho de troncos de palma a modo de tirantes y chapas de cinc, sin cielorraso. 

Salió al encuentro rodeada por sus alumnos; blancos los guardapolvos y los dientes, los ojos enormes de susto y curiosidad. Con cierta timidez Rosa, que así se llamaba la maestra, nos invitó a pasar a su escuela. El recinto media tres metros por cuatro. Las paredes de madera eran de tablas cortadas a mano. No había tizas, sino trozos de cal que traían de una calera artesanal cercana.

Yo estaba atendiendo afuera, bajo un árbol, desde donde podía percibir la excitación que produjo nuestra visita. Una de las enfermeras que nos acompañaba me llamó. Juancito tenía fiebre. Su cuerpecito parecía tan diminuto adentro de un guardapolvo demasiado grande para el; temblaba como una hoja. Aterrado, se negaba a abrir la boca, ni siquiera para soltar el llanto. Cuando el pánico parecía ganar la partida, ocurrió el milagro. Sus ojos encontraron los de su maestra, iluminados por la luz que se colaba entre las rendijas de las paredes irregulares. Pude ver en la mirada de Rosa la calma que, cuando niño, encontraba en mi maestra. Dulcísima y firme a la vez, parecía extenderse en un abrazo por encima de los bancos rústicos. De pronto cesó el temblor, las últimas lágrimas surcaron la carita asustada, abrió la boca, sacó la lengua. Segundos después me dedicó la mejor de sus sonrisas y fue corriendo a refugiarse en los brazos de Rosa.

No sé qué fue de sus vidas. Probablemente Juan, hecho hombre, habrá partido a la ciudad procurando mejores oportunidades. Tal vez esté deslomándose, quemando cal, buscando leña cada vez más lejos vencido por el peso de los fardos. Pero presiento que en los momentos oscuros de su vida evocará esa mirada llena de ternura y amparo. Porque yo tampoco olvido las de mis maestros. Ojos que vieron mas allá, empujándome a ser aquello que podría llegar a ser, como puentes  hacia la curiosidad, la perplejidad y la alegría de vivir.

Gracias a Dios por ellos.

3 comentarios:

silvana dijo...

Que linda foto doc! que lindos recuerdos...muy emotivo..

Martha Frasqueri dijo...

Que lindo Nestor!! Siempre me sorprendes!!!!! Un beso .

Lorena. dijo...

Acuerdo con el resto, que linda entrada!
Me traes al recuerdo mi frase favorita de un autor americano William Arthur que se traduciria asi " El maestro mediocre habla, el buen maestro explica, el maestro superior demuestra, el mejor de los maestros...inspira!