lunes, 19 de septiembre de 2011

Sobre monos y bananas

"¡Sonamos muchachos! ¡Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno!" Mafalda (Quino)

En un experimento, los científicos a cargo metieron cinco simios en una habitación. En el centro de la misma ubicaron una escalera tipo tijera, como la que utilizan los pintores o carpinteros de obra. En lo alto de la misma colocaron unas bananas. Cuando uno de los monos ascendía por la escalera para acceder a las bananas, los científicos aplicaban al resto de monos un chorro de agua helada. Al cabo de un tiempo, los monos relacionaron el uso de la escalera y el chorro de agua fría, de modo que cuando uno de ellos se aventuraba a ascender en busca de una banana, el resto de monos se lo impedían con violencia. Al final, e incluso ante la tentación del alimento, ningún mono se atrevía a subir por la escalera.

En ese momento, los científicos extrajeron al azar a uno de los cinco monos iniciales y lo sustituyeron por uno nuevo en la habitación.
El mono nuevo, naturalmente, trepó por la escalera en busca de las bananas. En cuanto los demás observaron sus intenciones, se abalanzaron sobre él y lo bajaron a golpes antes de que se descargara sobre ellos el chorro de agua fría. Después de repetirse la experiencia varias veces, el nuevo mono comprendió que era mejor para su integridad renunciar a ascender por la escalera.

Los investigadores sustituyeron otra vez a uno de los monos del grupo inicial. El mono que había sido sustituido participó con especial interés en las palizas al nuevo mono trepador.

Posteriormente se repitió el proceso con los monos restantes, hasta que llegó un momento en que todos los monos del experimento inicial habían sido sustituidos.

En ese momento, quienes realizaban la investigación se sorprendieron con los resultados. Ninguno de los monos que había en la habitación había sido sometido alguna vez al chorro de agua fría. Sin embargo, ninguno se atrevía a trepar para hacerse con las codiciadas bananas.

Albert Einstein dijo que nuestra época es triste porque es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Pienso que, probablemente, la misma dificultad es la que presenta el cambio de una tradición.

Muchas de nuestras acciones son regidas por la costumbre, algunas con sustento racional, otras simplemente porque no se nos ocurre alguna manera diferente, al punto de no pensar en alternativas más eficientes o gratificantes. Ocurre en muchos lugares. Hay sitios donde se percibe una especie de apoltronamiento confortable a las formas. Cuando todo intento de cambio genera oposición debemos preguntarnos si el rechazo responde a la defensa de tradiciones heredadas, por la comodidad de la pereza o para beneficio de unos pocos que se autodenominan protectores de las tradiciones.

Muchos paradigmas se sostienen sobre el principio del experimento de los monos, es decir, la fuerza de la costumbre. Solemos repetir argumentos para defender una u otra postura sin analizar por qué lo hacemos. Quienes procuran innovar son considerados subversivos y tildados de inexpertos. Es sorprendente corroborar que hay quienes defienden los paradigmas más allá de las personas.

En el experimento de los monos y las bananas, si se hubiera podido preguntar a los primates del grupo final por qué no subían para alcanzar el alimento, probablemente habrían respondido: “No lo sabemos, pero esto siempre ha sido así”.

1 comentario:

Unknown dijo...

Este experimento nunca sucedió, no es real la historia.