martes, 11 de octubre de 2011

Darse cuenta


“Medimos el valor del individuo por la suma de sus desacuerdos con las cosas, por su incapacidad para ser indiferente, por su negativa a tender hacia el objeto.” 
E. M. Cioran -  La Tentación De Existir

Darse cuenta es una película argentina de 1984, dirigida por Alejandro Doria, protagonizada por Luis Brandoni, Dora Baret, Luisina Brando y China Zorrilla -responsable de la idea del guion- con un elenco de actores destacados. Fue estrenada en Buenos Aires el 30 de agosto de 1984. Ganadora de cuatro premios, incluido el Cóndor de Plata como mejor película de 1985.

Basada en una historia real, un joven (Darío Grandinetti) sufre un accidente de automóvil siendo trasladado a un hospital público. En coma y con serias afecciones en su columna, los profesionales consideran que no tiene probabilidades de sobrevivir dignamente. Habiendo sido abandonado en dicho estado prácticamente por su familia y amigos se encuentra con un médico obstinado y de principios (Luis Brandoni), quien lucha por salvarlo. La historia gira en torno al proceso de darse cuenta, es decir, admitir las diversas circunstancias que conforman nuestra forma de ver y actuar ante los desafíos de la vida y el triunfo de la esperanza. En esta historia se pueden ver las diversas filosofías que condicionan a las personas: quienes no ven dignidad en una vida que perdió su autonomía  y aquellos que ven a la persona con todo el potencial de desarrollo por encima de las limitaciones del trauma.

En pedagogía se observa que aquellos docentes que creen en la capacidad de sus alumnos de llegar a desarrollar todo su potencial y alcanzar cualquier meta que se propongan, obtienen de ellos los mejores resultados.

Creo que este principio es totalmente aplicable a la política. ¿Puede limitarse el desarrollo de una comunidad si se cuestionan las alternativas de progreso desde una visión exclusiva? Cuando se asume que una condición es consecuencia de las buenas o malas decisiones y se abandona al individuo a su propia suerte, se pierden los ejes fundamentales que nutren a las sociedades maduras, es decir, las acciones solidarias, el estímulo al desarrollo y el respeto la autonomía impulsando las capacidades de cada uno integrándolo a un proyecto comunitario.

Este “darse cuenta” también representa la visión del dirigente. ¿Hasta dónde soy consciente de la sagrada misión de conducir los destinos de una comunidad? ¿Este acompañamiento (con consecuencias futuras) responde a una estrategia integradora o a la mera ambición de acceder al poder? ¿Qué concepto tengo de la comunidad que pretendo administrar? La función de un gobernante no se basa en la concesión de dádivas antojadizas más o menos adecuadas o el descubrimiento de placas que recuerden un paso por la gestión. 

Los tiempos actuales exigen una integración hacia metas más optimistas. El salto a la modernidad y la integración regional no pueden discriminar, excluir, ni menospreciar la condición del hombre de superarse y procurar un destino mejor, a partir de la esperanza como condición subyacente.

Cioran  concluye: “Los teólogos lo han advertido desde hace mucho: la esperanza es el fruto de la paciencia. Debería añadirse: y de la modestia. El orgulloso no tiene tiempo de esperar... Sin querer ni poder esperar, fuerza los acontecimientos como fuerza su naturaleza; amargo, corrompido, cuando agota sus rebeliones abdica: para él no hay fórmula intermediaria. Es innegable que es lúcido, pero la lucidez, no lo olvidemos, es lo propio de los que, por incapacidad de amar, se desolidarizan tanto de los otros como de sí mismos.”

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