“Medimos el valor del individuo por la suma de sus desacuerdos con las
cosas, por su incapacidad para ser indiferente, por su negativa a tender hacia
el objeto.”
E. M. Cioran - La
Tentación De Existir
Darse cuenta es una película
argentina de 1984, dirigida por Alejandro Doria, protagonizada por Luis
Brandoni, Dora Baret, Luisina Brando y China Zorrilla -responsable de la idea
del guion- con un elenco de actores destacados. Fue estrenada en Buenos Aires
el 30 de agosto de 1984. Ganadora de cuatro premios, incluido el Cóndor de
Plata como mejor película de 1985.
Basada en una historia real, un joven (Darío Grandinetti) sufre un
accidente de automóvil siendo trasladado a un hospital público. En coma y con serias
afecciones en su columna, los profesionales consideran que no tiene
probabilidades de sobrevivir dignamente. Habiendo sido abandonado en dicho
estado prácticamente por su familia y amigos se encuentra con un médico
obstinado y de principios (Luis Brandoni), quien lucha por salvarlo. La
historia gira en torno al proceso de darse cuenta, es decir, admitir las
diversas circunstancias que conforman nuestra forma de ver y actuar ante los
desafíos de la vida y el triunfo de la esperanza. En esta historia se pueden
ver las diversas filosofías que condicionan a las personas: quienes no ven
dignidad en una vida que perdió su autonomía y aquellos que ven a la persona con todo el
potencial de desarrollo por encima de las limitaciones del trauma.
En pedagogía se observa que aquellos docentes que creen en la capacidad de
sus alumnos de llegar a desarrollar todo su potencial y alcanzar cualquier meta
que se propongan, obtienen de ellos los mejores resultados.
Creo que este principio es
totalmente aplicable a la política. ¿Puede limitarse el desarrollo de una
comunidad si se cuestionan las alternativas de progreso desde una visión
exclusiva? Cuando se asume que una condición es consecuencia de las buenas o
malas decisiones y se abandona al individuo a su propia suerte, se pierden los
ejes fundamentales que nutren a las sociedades maduras, es decir, las acciones
solidarias, el estímulo al desarrollo y el respeto la autonomía impulsando las
capacidades de cada uno integrándolo a un proyecto comunitario.
Este “darse cuenta” también
representa la visión del dirigente. ¿Hasta dónde soy consciente de la sagrada
misión de conducir los destinos de una comunidad? ¿Este acompañamiento (con
consecuencias futuras) responde a una estrategia integradora o a la mera
ambición de acceder al poder? ¿Qué concepto tengo de la comunidad que pretendo
administrar? La función de un gobernante no se basa en la concesión de dádivas
antojadizas más o menos adecuadas o el descubrimiento de placas que recuerden
un paso por la gestión.
Los tiempos actuales exigen una integración hacia metas
más optimistas. El salto a la modernidad y la integración regional no pueden
discriminar, excluir, ni menospreciar la condición del hombre de superarse y
procurar un destino mejor, a partir de la esperanza como condición subyacente.
Cioran
concluye: “Los teólogos lo han advertido desde hace mucho: la esperanza
es el fruto de la paciencia. Debería añadirse: y de la modestia. El orgulloso
no tiene tiempo de esperar... Sin querer ni poder esperar, fuerza los
acontecimientos como fuerza su naturaleza; amargo, corrompido, cuando agota sus
rebeliones abdica: para él no hay fórmula intermediaria. Es innegable que es
lúcido, pero la lucidez, no lo olvidemos, es lo propio de los que, por
incapacidad de amar, se desolidarizan tanto de los otros como de sí mismos.”
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