miércoles, 21 de julio de 2010

Una especie en extinción

Escribo estas líneas desde Leandro N. Alem, Misiones. A través de la ventana puedo ver la estructura de lo que fuera el sanatorio mas importante de la provincia. Mi padre fue su primer gerente. Fueron años difíciles aquellos y parece que fue hace poco; cerrando los ojos lo veo partir de madrugada a buscar los insumos imperiosos o postergar el regreso sorprendido por una tormenta en las picadas coloradas de la selva misionera convenciendo a la gente de un proyecto posible.
En estos días cumple 80 años, toda una vida al servicio de la fe que abrazó de niño. Salió de su Europa natal con la edad suficiente para entender que algunas despedidas serían definitivas. Llegó a América con la fe como bitácora de vida, con el sueño de sus padres vadeando realidades azarosas.
Quedan pocos de su especie. Hombres que supieron entregarse para forjar los ideales propios y estimular los ajenos, que garantizaban con su vida la palabra empeñada.
Como el buey que se sabe uno con el surco y el arado, regaron con sudor y lágrimas la semilla. Esperaron la cosecha en un tiempo que no les pertenecía; no como el amo que, látigo en mano, castiga a la bestia que le da sustento. No se rodearon de obsecuentes inútiles para lucir la jerarquía, ni negaron el saludo al subalterno por temor a perder autoridad. “Somos iguales ante Dios”- me decía.

Lo veo regar sus verduras, doblado por el peso de los años y de algunas cargas que le agregué en el proceso de hacer mi propio camino. La misma huerta que nos dio sustento en épocas de carencia extrema cuando las dificultades para hacer funcionar al sanatorio requerían un sacrificio que incluía la familia. La que cuidé de niño y me enseñó que para obtener frutos, no solo hay que sembrar, sino atender diligentemente y cosechar a su debido tiempo, con la paciente espera que acompaña al milagro de la vida.

Seguramente con los de su especie cometieron errores por la necesidad de improvisar ante lo nuevo, abriendo camino al andar para facilitar nuestro paso. No tapizaron de diplomas las paredes, pero la tesis defendida en cada acto de sus vidas merece un doctorado.
Solo les cuestiono una cosa: en su humildad llana, no quisieron transmitir a los sucesores las penurias que padecieron para darnos lo que tenemos, para forjar lo que somos. Porque el servicio, el respeto, la equidad y el sacrificio para ellos es una respuesta natural, una forma de vida.

¿Qué maléfico predador los fue extinguiendo? ¿Por qué no se multiplicaron en los que hoy ocupan sus lugares? Es que los sucesores no tomaron la posta. Vinieron a usurpar los logros ajenos desde la comodidad, la falta de privaciones, la perversa costumbre de la amnesia, del olvido confortable, de evitar aquello que exige un mínimo de abnegación y entrega.

Entre las historias de los precursores que abrieron el sendero no se mencionan los nombres de los que aun viven, porque al ser humano le inquietan las deudas pendientes y para calmar la escasez de conciencia apelan al recurso del olvido.
Cuando los bufones parodian a los pioneros, me alegra que sus labios no pronuncien el nombre de esta gente. Porque hay que tener las manos limpias y la moral intacta para contar su historia sin que se les caiga la cara de vergüenza.

¡Feliz Cumpleaños mi querido viejo!

6 comentarios:

Lorena. dijo...

Feliz cumpleanios Don Basilio!

Cualquier palabra agregada a tu entrada seria una redundancia.
Ahora con tu titulo "extincion", solo puedo preguntarme, extincion por la depredacion directa sobre esta "especie de servidores" ? o la desaparicion de factores/recursos por la cual esta especie depende? Combinacion de ambas , quizas?

Que las selva misionera "te oxigene" volviendo con mas ganas a las realidades del 2010.

Carinios

Taller Literario Kapasulino dijo...

Feliz cumpleaños para tu padre.
Esta historia que contaste es maravillosa.
Me gusto mucho como la describiste.

Nestor Zawadzki dijo...

Gracias Lorena. Los días fueron lluviosos y bien fríos, ideales para pasarla cerca del fuego con unos matecitos y torta fritas... Estar con los viejitos, aunque sea unos días, fue "oxigentante", la exuberancia de lo que queda de los montes misioneros hizo el resto.
Carla: gracias por la visita. Me encanto el relato en tu blog. Soy pediatra y las tragedias que involucran niños siempr me conmueven. La forma de contar la historia y los elementos involucrados dan pie a varias interpretaciones. Admirable lo tuyo!

Compartilhando dijo...

No sé que me pasa, se me humedecen los ojos...

Nestor Zawadzki dijo...

Sabes, Anke, que a mi tambien me conmueve la visión de lo irremediable. Se compensa con evocar lo vivido.

Compartilhando dijo...

El Señor Zawadzki
Año de 1975. Sentada en un aula del IJBA (Instituto Juan Bautista Alberdi - Alem - Misiones), en mi condición de extranjera, miraba pasmada, al defrontarme con otra cultura, otro idioma y, para completar, la peculiar filosofia adventista, aun una desconocida.
Tantas veces el Sr. Basílio Zawadzki, administrador y eventual profesor, se hizo presente en nuestro aula para incentivar, informar, enseñar.
En tu relato, cuando describes aspectos de la província al estilo de Horácio Quiroga, me hiciste recordar, que algunas veces, sorprendido por el mal tiempo o la noche, tu padre se quedaba por el camino, hospedandose donde lo acogieran.
Nos contó de una sopa (!!) de gusto celestial, ofrecida en una de esas ocasiones. De paso, aconsejaba a las alumnas sobre la importáncia de cocinar sencillo, saludable y sabroso.
Valores así nos eram pasados. Esa y otras conductas de los que me rodeaban, quedaron para mí, como definición del adventismo.
Es imposible olvidar aquellas personas que trabajaron en el colegio, donandose integralmente. Más, en los años adolescentes, la consciéncia se impregna con lo que vivimos.
Estos recuerdos pueden quedar cubiertos por cenizas, pero, a cualquier momento, un viento los hace aflorar.
Anke Schumacher