martes, 17 de agosto de 2010

Tarea fecunda

“En esta época, el mero ejemplo de la disconformidad, el mero rechazo a doblar la rodilla ante la costumbre, es en sí mismo un servicio.” John Stuart Mill (1806-1873) Sobre la libertad.

Es notable observar, en el repaso histórico de la humanidad o en la memoria auténtica de nuestro país, que los grandes hombres de la historia, aquellos que obtuvieron logros significativos y los beneficios que nos protegen, murieron solos, pobres y olvidados; desde los artistas que nos regalaron una pausa frente a las inquietudes del espíritu hasta los caudillos libertadores que generaron el espacio suficiente y seguro para concretar nuestros sueños.
Con pocas semanas de diferencia conviven las fechas que recuerdan la partida de dos personas que aportaron a los argentinos la libertad sobre la tiranía de gobiernos y dolencias: José de San Martin y René Favaloro. Ambos se entregaron en cuerpo y alma a esta vocación, ambos cultivaron un profundo aprecio y respeto por la educación. San Martin decía una frase que está escrita en el monumento que evoca su memoria en nuestra plaza: “La ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre la puerta de la abundancia y hace felices a los pueblos.” Alegaba que “la biblioteca es destinada a la ilustración universal, más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia.” Favaloro advertía: “Estoy absolutamente seguro que el cambio de rumbo sólo puede lograrse a través de la enseñanza”, que “un pueblo sin educación, sin agua, sin luz, es un pueblo sin salud, sin futuro”; “Creo que hemos perdido el derrotero en cuanto a las prioridades de la enseñanza. Nos debería preocupar más la primaria y la secundaria. En la niñez y en la pubertad es cuando se forma el ciudadano del futuro.”
Cuando aconsejaba a su hija Mercedes, San Martín anticipaba el concepto que Favaloro instalaría en sus alumnos cuando les pedía que “entiendan que lo material es temporario”, decía que “lo que perdurará para siempre serán los ideales y entre ellos, la gran convocatoria debería ser: educación y desarrollo científico en busca de una sociedad en que la equidad social sea lo prioritario”.
Humberto Maturana R. y Bernhard Pörksen en “La paradoja de la educación” escriben: “a diferencia de lo que comúnmente se cree, la enseñanza no tiene que ver con la eliminación gradual de la ignorancia. No se trata en primer lugar de la entrega de conocimientos, sino que — algo mucho más vasto — de una forma de vida especial acorde con el propio ideal, de un cierto tipo de convivencia de donde se desprenden los contenidos respectivos. El niño o la niña en la escuela no aprende matemáticas, sino que aprende a convivir con un profesor de matemáticas. Esta relación entretenida o fascinante algún día quizás lo motive a seguir por su cuenta. Todo es interesante si uno se interesa por ello.”
San Martín y Favaloro cumplieron esta premisa. Poco sabemos de sus emociones y pensamientos antes de morir. La soledad de sus minutos finales nos sugiere una turbulenta crisis. “El día que terminen los desafíos habré muerto”, decía Favaloro. Somos responsables de sus legados, de mantener una activa pasión por el bien común y disconformidad frente a las costumbres que perpetúan cualquier forma de sometimiento o ignorancia. La libertad de América o el bypass aorto-coronario inicialmente fueron fantasías, el gran cirujano decía: “Siempre he creído que toda realidad futura se eleva sobre cimientos de ideales y utopías. Soñar es tarea fecunda.”

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