miércoles, 22 de septiembre de 2010

Acordes

Se cuenta que tras el estreno de El rapto del serrallo, el 16 de julio de 1782, en el Burgtheater de Viena, el emperador Francisco José II le espetó a Mozart: "Demasiadas notas". Imperturbable el genial compositor le respondió: “Su Majestad ¿cuáles sacaría?”.
El pasado jueves partió la Banda de la UAP en gira al sur argentino. El ómnibus en el que se embarcaron parecía no tener suficiente espacio para contener a los músicos, sus equipajes y sus instrumentos. Al ver la situación me pregunté: ¿qué instrumentos descartarían si no pudiesen cargar todos? ¿Cómo quedaría compuesta una banda sin percusión o sin metales? ¿Qué pasaría si desecháramos los instrumentos tan solo por la incomodidad que generan o por el tamaño que ocupan? No me quedé a ver como se resolvía el dilema del espacio, pero sé que a la mañana siguiente la banda presentó dos conciertos con todos sus integrantes.
El sonido de una orquesta depende de varios factores: la capacidad de sus músicos, la calidad de los instrumentos, la destreza del director, las condiciones acústicas del lugar, entre otros. Aunque un instrumento desafinado puede arruinar una presentación, también lo hace su ausencia. Imagínense un concierto para piano y orquesta sin piano. Por eso los ensayos establecen progresivamente una manera de integrar cada instrumento al sonido global, corrigiendo las imperfecciones, interpretando la concepción que el director tiene de la obra. Cada músico se apoya en el otro, acompaña los pasajes solistas y se vincula con el sonido de la orquesta en forma coherente.
Una vez asistí a un concierto didáctico, donde el director presentaba los instrumentos de su orquesta. Mostraba las características sonoras y las dificultades técnicas de cada uno y como variaba el sonido global según la forma de ejecutarlos. Al final invitaba a una persona del público a dirigir. Los músicos seguían fielmente las instrucciones de estos directores improvisados con resultados desastrosos.
La historia local tiene registros de profundas divisiones y dolorosas rupturas. Muchas personas fueron separadas de sus funciones por cuestiones administrativas, frecuentemente  personales. Algunos llegaron a pensar que la “orquesta” podría sonar igual disminuyendo la cantidad de integrantes o descartando las pretensiones que la calidad exige. La restricción desplazó a la calidad, la potencia sofocó a lo sutil. A nivel político las ambiciones personales prevalecieron sobre los ideales comunes obligando a la disolución o al éxodo. Las que comenzaron como divergencias ideológicas o estrategias políticas, terminaron formando las enemistades irreconciliables que peligran el futuro del vecinalismo como partido gobernante.
El llamado al diálogo político terminó en una serie de sonidos desafinados y la desintegración de la orquesta. Como si no importara la música o el público, la cuestión gira en torno a la batuta, anticipando el modelo de gobierno que ejecutarán de llegar al poder. La exclusión social y política, que al final es la exclusión de las ideas, desemboca en la ruptura y la discordia y siempre cobra su factura.
La música de Mozart es fascinante. La extraordinaria riqueza armónica, la fluidez de sus notas, deleita y sorprende a eruditos y aficionados por generaciones. Cuando pienso en la sinfonía de la vida y en la partitura de las ideas, suelo sospechar de la lucidez de quienes se proclaman soberanos para sacar las notas que sobran o prescindir de ciertos instrumentos.

1 comentario:

Ana Lopez Acosta dijo...

Piru, el paralelismo que has hecho es magnífico. Sobran las palabras...
Un abrazo.