miércoles, 15 de diciembre de 2010

Generadoras

El número 1.18.04.00528.10 identifica al expediente que habilita la creación de la Cooperadora del Centro de Salud de Libertador. La suma de sus componentes es igual a tres, símbolo de la armonía, interesante cifra tratándose de una cooperadora. Aunque resulta coincidente su creación con los afanes políticos locales, quiero afirmar que felicito la iniciativa.
La Constitución Argentina, sancionada por la Asamblea Constituyente de 1853, dispuso en el artículo 14 que: “Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio; a saber (…) de asociarse con fines útiles”. Aunque no menciona expresamente el término “asociación civil”, reconoce como derecho de los individuos el de constituirlas y los requisitos para fundarla son citados en el artículo 33 y 46 del Código Civil. Particularmente subrayo el que exige “que tengan por principal objeto el bien común”.
Según relata Juan P. Feimann, cuando los inmigrantes venían a la Argentina llegaban al Hotel de Inmigrantes, lugar donde había un enorme cartel que decía- «sépalo, usted llega a un país en el cual como en todos lados hay vencedores y vencidos, no será la primera vez que duerme en el suelo, así que hágalo esta noche y todas las que sean necesarias», pese a la promesa de “asegurar los beneficios de la libertad para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. El mensaje era claro y contundente, demostrando la condición vulnerable del inmigrante al ubicarlo del lado de los vencidos. Notable incongruencia con la convocatoria que hacían las autoridades nacionales invitando al extranjero como engranaje imprescindible en la modernización del país.
La figura me evoca estos parajes nutridos por quienes nos dieron los apellidos y transitados por aquellos que nos atraviesan constantemente. Libertador San Martin sin lugar a dudas es como un faro para atraer a los “ultramarinos”, a veces náufragos, que buscan nuevas tierras con promesas más seguras. Algunos improvisan una estancia fronteriza, otros se instalan en lo transitorio y pocos se integran como ciudadanos decididos a ejercitar sus derechos para afianzar la pluralidad necesaria que contenga los abusos de las hegemonías. Cuando busco las causas, identifico una coincidencia con la advertencia del Hotel de Inmigrantes: es difícil sentirse igual con el estigma de los vencidos a cuestas.
En esta era de individualismo político y social, resulta esperanzador saber que se crean cooperadoras. En ellas no tienen cabida las acciones o esfuerzos individualistas. Su mismo nombre lo indica: cooperar, operar en grupo o equipo, mancomunadamente, para poder superar las dificultades y satisfacer las necesidades de la institución. Esta conciencia y comportamiento de equipo, es por excelencia productivo y enriquecedor. Estoy convencido que el ejercicio democrático arranca en el espacio primario de vida y se nutre en el ejercicio cotidiano. Una asociación civil cooperadora, en el ámbito de la salud, escuelas, centro de estudiantes, etc., además de corregir persistentes asimetrías será el generador de ciudadanos integrados a un proyecto social plural y justo.
Ante la sorprendente escases local de este tipo de agrupaciones aplaudo la iniciativa del C. de Salud Municipal y elogio que en el Inciso b. de los Fines se exponga el basamento “moral y espiritual como primera instancia”. Porque no hay nada más inmoral que violentar los derechos, entre ellos la salud, la libre expresión de las ideas y el salario digno.

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