martes, 21 de diciembre de 2010

El Jesús ajeno

“Amarás pues al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas las fuerzas de tu ser; este es el principal mandamiento. Y el segundo es muy parecido: Amarás a los demás con el mismo amor con que te amas a ti mismo. No hay mandamiento más importante que estos dos.” Jesús de Nazaret

Hace más de dos mil años la humanidad recibía un regalo envuelto en pañales que marcó la historia para siempre. No solamente dividió los tiempos, sino que sus palabras y enseñanzas constituyen las bases de una de las tres religiones monoteístas más importantes del planeta. Nació en una época donde el culto a las apariencias era la norma; en la cual el odio racial, moral, religioso, de género y económico era justificado con retorcidas normas y ejecutado a pedradas. Intervino en una sociedad religiosa, conservadora y brutal que había hecho culto a los substitutos pervirtiendo el sentido original. Interactuó con despistados, aquellos que se salieron de pista, ya sea porque daban vueltas en círculos o porque tomaban peligrosos atajos para llegar a ningún lado.

Los registros bíblicos anotan una serie de definiciones y descripciones de Jesús desde distintos personajes y escenarios. Algunos anónimos repitieron lo que los demás aseveraban. Otros sorprendidos por su convocatoria cuestionaron la validez de su misión discriminándolo por su procedencia, porque, según ellos, “de Nazaret no podía salir nada bueno.” Los fariseos, traicioneros por naturaleza y vocación, utilizaron la adulación como preámbulo del ataque. Lo definieron: “Maestro, sabemos que eres hombre de verdad, y que no te cuidas de nadie; porque no miras a la apariencia de hombres, antes con verdad enseñas el camino de Dios”. También hubo un grupo de personas que, sin palabras, testificaron con el cambio de sus vidas, mostrando una imagen que sería compuesta por poetas y teólogos durante los siguientes siglos.

Lamentablemente con el paso de la historia, el hombre fue construyendo un Jesús sucedáneo basado en las opiniones, ideas y visiones de los demás, pero sin ningún aporte desde las vivencias personales. La humanidad aturdida por la ignorancia y confundida por la opresión fue haciéndose un Jesús a su imagen y semejanza, utilitario, parcial, no más que un amuleto. Frecuentemente desplazado al anaquel del olvido y rescatado esporádicamente para socorrer en las tragedias, tolerar los duelos o eludir las responsabilidades. Alrededor de esta figura adulterada se construyó una religión intolerante y opresiva que con axiomas espurios proclama un cristianismo teórico al que la sociedad, testigo de tanta hipocresía, ni siquiera le dedica tiempo.

El Jesús propio invita al amor, a la inclusión, al perdón y reconciliación. Reclama esfuerzo constante de dependencia e interacción. No exige una servidumbre irracional, sino la construcción responsable de un devenir que va desde lo personal hacia lo colectivo, en donde cada individuo se torna indispensable compañero de viaje hacia un destino común.

En esta Navidad lo invito a reflexionar juntos, a buscar al Jesús propio, a experimentar una revelación personal que surja de una relación estrecha. Las definiciones del Jesús ajeno, sin lugar a dudas son pertinentes pero no dejan de ser extrañas. Qué maravilloso sería que quienes nos denominamos cristianos mostráramos a Jesús en nuestros actos públicos y privados. No con propuestas teóricas sino con la proyección de sus actos en los nuestros, reconciliando al hombre consigo mismo, con sus semejantes y con Dios.

3 comentarios:

Lorena. dijo...

Lindo, da mucho para hablar, y muy cierta tu reflexion.
Al leerte me recuerda que la humanidad luchamos por tener un balance, ese "medio" tan buscado y parece que nunca logrado...
Feliz Navidad, Nestor.

Ana Lopez Acosta dijo...

Feliz año Piru.
Y si...la mejor forma de neutralizar a un revolucionario es banalizarlo o tergiversarlo o vaciar de contenido sus ideas...
Se festeja la navidad comiendo opíparamente o comprando regalos.
Increíble.
Nació en una época donde el culto a las apariencias era la norma; en la cual el odio racial, moral, religioso, de género y económico era justificado con retorcidas normas y ejecutado a pedradas. Intervino en una sociedad religiosa, conservadora y brutal que había hecho culto a los substitutos pervirtiendo el sentido original Taaaaaaanto no han cambiado las épocas ¿o si? es que ando medio despistada Piru.

Un abrazo a vos y a Lorena.

Nestor Zawadzki dijo...

Hola Ana y Lorena. Felicidades para ustedes tambien! Cuando leemos la historia y dejamos de lado los calendarios, nada hace suponer que escrutamos el pasado, sino mas bien, queda la sensación de una especie de "deja vu"... Los neurologos dicen que la capacidad de olvidar es un mecanismo fisiológico que protege al cerebro, no estoy tan seguro en cuanto a las personas o la humanidad.