sábado, 1 de enero de 2011

¿Cambiar o reciclar?

“Cambia el sol en su carrera
Cuando la noche subsiste
Cambia la planta y se viste
De verde en la primavera.
Pero no cambia mi amor
Por más lejos que me encuentre
Ni el recuerdo ni el dolor
De mi pueblo y de mi gente.”

Julio Numhauser

Sea la recurrente mutación de las hojas en primavera, la mudanza de autoridades o el nuevo año, los cambios nos movilizan, provocan una “agitación de las ideas”. Hay quienes adjudican a los cambios atributos milagrosos. Desde lo político y social se ha instalado la idea que sugiere que el cambio de autoridad reforma la sociedad, mejora el país y e inicia tiempos de crecimiento, felicidad y bonanza… Bajo esta consigna histórica casi toda Latinoamérica ha cambiado, rodado y reciclado cabezas sin demasiadas mejoras estructurales y mucha menos claridad cívica.

La ilusión del cambio de gobernante como posible alternativa a las injusticias o inequidades personales y el reciclado político tuvo un giro insospechado con la modalidad del voto castigo o la apatía de urnas. M. Moreno había anticipado una posible causa cuando escribió en el prólogo a la traducción del Contrato social de Rousseau: “[La consolidación de un bien general] es absolutamente imposible en pueblos que han nacido en la esclavitud, mientras no se les saque de la ignorancia de sus propios derechos que han vivido. El peso de las cadenas extinguía hasta el deseo de sacudirlas;[Los hombres] cansados de desgracias, horrores y desórdenes, se acomodan por fin a un estado tan malo o peor que el primero a cambio de que los dejen tranquilos y sosegados."

Desde la comodidad del anonimato, muchos creen que provocar un cambio de dirigentes generará automáticamente un cambio institucional, que basta con cambiar un intendente para mejorar una ciudad o sacar un presidente para entrar en la esfera de las naciones prósperas. Nada más alejado de la realidad. El cambio imprescindible debe ser individual. Desde el ámbito doméstico debemos establecer el diálogo, la solidaridad y el ejercicio de nuestros derechos en el respeto de los derechos ajenos. Urge recuperar el sentido moral en la conducción, pero también en los subordinados, moralidad que se manifiesta por independencia de pensamiento y solidaridad de acción. Moreno agrega: “Los tiranos habían procurado prevenir diestramente [el reclamo popular de sus derechos] atribuyendo un origen divino a su autoridad; […] y los pueblos aprendieron a buscar en el pacto social la raíz y único origen de la obediencia, no reconociendo a sus jefes como emisarios de la divinidad, mientras no mostrasen las patentes del cielo en que se les destinaba para imperar entre sus semejantes.”

El 2011 ofrece la encrucijada de cambio político. Podremos respaldar con el voto la permanencia o no de gobernantes. Tendremos la oportunidad de elegir como representantes solo a quienes demuestren respetar la igualdad y la autonomía de las personas que exige el estado de derecho. Contrariamente a lo que sucede en la gestión ambiental, el reciclaje político puede no ser conveniente. Se inicia un tiempo para evaluar los paradigmas políticos que sostenemos por costumbre, una circunstancia ideal para reconciliar rencores y enmendar errores, la oportunidad de ser gestores activos y fiscalizadores de la transformación necesaria. Brindo por un año de bonanza y de cambios, transformación que debe iniciarse en cada uno de nosotros. ¡Salud!

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