lunes, 7 de febrero de 2011

Lo irremediable

“El peligro no es que el alma dude de si hay o no pan, sino que se deje persuadir por la mentira de que no tiene hambre” Simone Weil

Confieso que el tema del dolor y del sufrimiento, tan relacionados con mi profesión, me supera. Pese a los años que tengo como pediatra no puedo conciliar el sufrimiento, el dolor, la tragedia, el desamparo, ni la angustia que acompañan al ser humano. Como escribe Weil en “A la espera de Dios”, “en el ámbito del sufrimiento, la desdicha es algo aparte, específico, irreductible; algo muy distinto al simple sufrimiento. Se adueña del alma y la marca, hasta el fondo, con una marca que solo a ella pertenece, la marca de la esclavitud.”
Como un grito que surge desde lo profundo del dolor Job decía: “se ríe de la desdicha de los inocentes”. Es cierto que, al final de su historia, fue recompensado recuperando su pérdida material y multiplicada su descendencia. Sin embargo nada le devolvió la risa de sus hijos muertos, ni los recuerdos que fue borrando el tiempo.

“La belleza del mundo no es un atributo de la materia en sí misma. Es una relación del mundo con nuestra sensibilidad” escribe acertadamente Weil. De alguna manera este móvil poderoso lleva naturalmente a una condición de bienestar, de disfrute y, aún, de religiosidad. Es natural sentirse bien cuando las cosas van bien. Bajo ciertas circunstancias la mente humana tiende a comprender y aceptar mejor ciertas tragedias, como describe Pepe Rodríguez en “Morir es nada”. Hay una tendencia en aceptar con mayor resignación una muerte que ocurre por un accidente automovilístico, que aquella que acontece tras un prolongado período de enfermedad; aceptamos con resignación y cierto alivio la defunción de un anciano, pero nos perturba la de un niño inocente e indefenso.

Lo asombroso de la desdicha, es que tendemos a despreciar a los desdichados. Solemos juzgarlos y suponer que hay una razón punitiva en el sufrimiento, algo así como una inexorable ley de causalidad. Al respecto Santaya escribió: “No hay tiranía peor que la de una conciencia retrógrada o fanática que oprime a un mundo que no entiende en nombre de otro mundo que es inexistente”.
“Somos producto de una fecha de caducidad inexorable – escribe Savater- cuyo momento exacto desconocemos, aunque podemos sospecharlo en líneas generales: y es precisamente esta intoxicación que compartimos por el veneno de la muerte lo que nos hace especialmente preciosos y delicados unos para otros.” Advierte que “el placer de vivir está en los mortales siempre contaminado por el miedo a la inminencia de la muerte. Y donde prevalece el miedo es difícil que prospere la solidaridad, la compasión y ni siquiera la prudencia bien entendida”.

En una sociedad predominantemente religiosa, huelgan los argumentos teológicos que nos llevan a ver un futuro esperanzador, donde el caos de la incertidumbre no exista más. Cada uno administra el consuelo de acuerdo a sus certezas, inferidas y cultivadas. Por eso quiero reflexionar sobre el rol solidario de los sobrevivientes. A veces el dolor es tanto que solo podemos ofrecer el silencio. Los argumentos carecen de valor cuando la angustia y la desesperación nublan los ojos con lágrimas y llenan el alma de ausencias.

No hay argumento para lo que no tiene explicación, para lo irremediable. Solo nos queda llenar los vacíos con amor, amor que surge desde la compañía serena, la mirada sin sentencia, el abrazo fraterno, la escucha sin conjeturas y las lagrimas compartidas.

4 comentarios:

Ana Lopez Acosta dijo...

No puedo mas que compartir lo que escribiste Piru, creo que en el fondo de todo médico ( o de casi todos) hay un frustrado luchador contra la muerte, frustrado pero luchador al fin, que sabe que su opositor es irreductible y aun así sigue luchando. Por eso, creo, nos sentimos cargando en ocasiones más angustia que la que debiéramos o más pesadumbre, cuestiones que cada uno tramita como puede.

No hay argumento para lo que no tiene explicación, para lo irremediable.Solo nos queda llenar los vacíos con amor, amor que surge desde la compañía serena, la mirada sin sentencia, el abrazo fraterno, la escucha sin conjeturas y las lagrimas compartidas.

Un abrazo

Nestor Zawadzki dijo...

Asi es Ana. Nuestro certificado de caducidad arranca el dia en que nacemos, y aun asi intentamos remediarlo. Somos luchadores anacronicos en pos de la utopia.
Besos

Anónimo dijo...

leyendo esto de la muete me acuerdo de esto que lei una vez y es tan cierto para mi: " en ninguna otra situacion como en el duelo el dolor producido es total; es un dolor biologico, duele el cuerpo; psicologico, duele la personalidad; social, duele la sociedad y su forma de ser; familiar, nos duele el dolor de otros; y espiritual, duele el alma; en la perdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. toda la vida en su conjunto duele. C. (Celeste)

Nestor Zawadzki dijo...

Celeste me encanto lo que pusiste. Es notable que la condicion humana incluye estructuralmente la muerte y sin embargo nos agita y nos duele cuando acontece. Sera por eso que mantenemos el ansia de eternidad de una u otra manera.