jueves, 17 de diciembre de 2009

De mi pueblo (Dic.2008)


Como lo que me está sobrando es la capacidad de asombro, voy a describir algunos cuadros pintorescos de este pueblito en que resido.
Llama gratamente la atención la limpieza de las calles. La municipalidad realiza el barrido de las mismas (casi todas asfaltadas) con un vehículo barredor. Esta tarea se ejecuta en algún horario indeterminado. De a ratos sobresale el ronroneo sordo del camión que se disimula en el rumor del pueblo.
Hablando de sonidos hay algunos que me resultan novedosos. Comencemos por ese anacrónico, persistente e inoportuno chillar de los grillos. Estos primos cantores de las langostas llenan todo espacio vital: desde los rincones más impolutos, hasta los resquicios mínimos. Su presencia es provocativa. Salen a la noche, dejándose ver apenas, como avisando de la juerga nocturna y de sus chillones y desbaratados acordes. Te miran de arriba a bajo moviendo sus antenas y ante el menor amago de contacto (generalmente con intenciones de exterminio) desaparecen…No hay mago capaz de tal proeza, ni ilusionista que los supere: simplemente se esfuman. Y, entonces, a la noche, cuando el sueño se aliviana entre las urgencias fisiológicas y la tibieza del lecho, arrancan su torturante chirriar. Primero un “cri” intimidatorio; luego la pausa. Los sentidos se ponen alertas, la mente despierta del sopor y la espera hasta la próxima nota inicia su cuenta regresiva. Estoy seguro que nos miran desde algún lugar previamente escogido por su potencia acústica. El “cri” consecutivo es una cascada de vibraciones desvencijadas, una metralla de hierros retorcidos y oxidados. ¡Oh, sin tan solo la antitetánica fuera el antídoto! Inútil es arriesgar un pisotón a esa hora, ni siquiera una tímida pesquisa. Improductivo es husmear por ahí. El sonido no se origina desde donde sale. Ventrílocuos, hechiceros, brujos negros, pequeños demonios, cuando amanece regresan al inframundo de donde salen. Probablemente el gran Dante describió su onírico infierno bajo la hipnosis febril e intermitente de uno de estos agentes del averno.
Otro sonido diferente, pero molestisimo, es la rapsodia canina. Esta se compone de dos movimientos “agitato ma non tropo” y “nocturno con brío”. La orquesta de ladridos se articula en una especie de canto antifonal, en el cual, hasta el mas periférico de los canes aporta un sonoro gruñido o un prolongado aullido en una secuencia desordenada y continua. Aquí me detengo en un detalle subyacente: como las casas en general son chales muy confortables y bonitos, las clases sociales se identifican según el lado de la ruta donde viven y el auto que conducen. Si bien la bicicleta es un recurso común para quienes prefieren evitar la cadena de saludos en la acera o la consulta incómoda en los accesos, todas las gestiones se pueden realizar a pie, pues las principales fuentes de trabajo: sanatorio, universidad y centro comercial, forman un solo bloque a manera de un gran shopping abierto. El automóvil definitivamente es un elemento ornamental que se vuelve útil los días de lluvia o cuando es preciso salir del poblado.
Todas las casas tienen perros. Y es tal la convivencia con estos cuadrúpedos que la fisonomía urbana incorporó en los últimos años el enrejado perimetral de los terrenos. Las rejas en los jardines de las casas no tienen por objeto evitar los hurtos (muy raros en la comarca), sino impedir que las defecciones caninas sean el comité de bienvenida o despedida según sea el caso y la hora del día. Es harto sabido que el perro del vecino escoge nuestro césped porque sabe eso de que “el pasto del vecino es el más verde” y este color es bastante relajante produciendo un efecto catártico en la perrada.
Sin embargo, he notado con cierta sorpresa, que aquellos que no poseen algún vehiculo escogen como mascota el perro mas grande, exótico y ladrador posible. No se ocupan de el, pero lo ubican en el sitio donde su presencia, física y sonora, sea mas llamativa. Probablemente deba incluir en mi código de diferenciación de clases el factor mascota. Este demuestra que el estatus es inversamente proporcional al tamaño y molestia del/los perro/s que poseen. Cuentan los memoriosos de las anécdotas locales de un colega que cansado de los ladridos y harto de pisar soretes efectuó una masacre canina global, en cuyos detalles prefiero no incurrir, porque la sola mención de los hechos podría molestar al mismísimo San Roque.
Y ya que hablamos de vehículos, valga esta aclaración en forma de advertencia. Como en todo pueblo rural y suburbano, el peatón es una molestia ambulante. La prioridad es de los que andan sobre ruedas, sin importar el número de estas ni el orden en la alineación. La anécdota del sapo y el camión tiene su correspondencia con los peatones. Hay como una pasión por aplastarlos. El sortilegio que convierte a los sapos en humanos se rompe bajo las cubiertas de un auto.
La población es o muy joven o muy anciana. A tal punto que si se deja la mirada perdida en el horizonte se pueden ver dinosaurios y otros animales salidos del Jurásico. Para los pobres viejos andar por las veredas es como hacer turismo aventura. La limpieza de las calles contrasta con el descuido, o mas bien, la irregularidad de sus aceras. Es el terror de las caderas seniles y verdadera trampa para los tobillos en tacos, erupciones súbitas en días de lluvia; el paraíso de los traumatólogos y las emanaciones caninas.
Como pisar mierda trae buena suerte, los soretes en las aceras parecen ser una tradición aceptada con cierto regocijo. Sin embargo no llueven pesos, ni dólares y es frecuente, si se aguza suficientemente el oído, escuchar un “mierda-carajo” bien apretado entre los dientes, después de sentir que la pisada se amortigua en la blandura de los desechos ajenos (por cierto nunca pise los propios…), cuando la experiencia es extraña, el regocijo es propio…
Todo el mundo se sonríe y saluda con respeto…después preguntan de quien se trata. Un preciado tesoro es poseer la noticia mas fresca en relación a muertes y decesos, enfermedades y cirugías, casamientos, visitantes, migrantes y nuevos vecinos, cambio de auto, compra o construcción de casa y remodelación de la dentadura postiza…en ese orden mas o menos. Empiezo a sospechar que las extrañas marcas al pie de almanaques y agendas no se refieren a los puntos ganados en una partida de barajas, sino a los que parten sin retorno, o sea, una forma macabra de anotar cuanto nos acercamos. Es interesante notar que estas anotaciones se realizan en grupo de a cinco: primero se dibujan los lados de un cuadrado (un “punto” por lado) y luego se traza la marca triunfal y definitiva del quinto punto en forma de diagonal, siempre de izquierda a derecha y de arriba abajo. Estas figuras geométricas pululan por doquier y no me sorprendería saber que son estructuras agremiadas y con un comité de piqueteros encargado de cerrar las rutas a cualquier otra forma de anotación.
De los piquetes no voy a hablar ahora. Si retorna el paro agrario y su modalidad de cierre de rutas, me voy a morir de hambre por falta de pacientes y de insumos.

3 comentarios:

Lorena. dijo...

La descripcion perfecta de donde naci!

Nestor Zawadzki dijo...

La Colina de la Esperanza, Burbuja de la Argentina, Puiggari o simplemente La Villa nos trae recuerdos... Como Harry Potter y su marca en la frente, segun las circunstancias queman, sobresalesn, pican... pero siempre marcan. Saludos, Nestor

lorena. dijo...

La cicatriz en su frente no es la unica marca que lo diferncia, es apenas una visible...las otras marcas, las que no se ven, su deseo de investigar, de buscar, de saber..lo impulsan a leer, escribir...e incribir sus propia "marcas". Un abrazo, Lorena.