viernes, 26 de noviembre de 2010

Siniestro

La historia de la humanidad está marcada por innumerables episodios que muestran la tendencia a establecer dogmas y parámetros de juicio que, con el correr del tiempo, nos parecen increíblemente absurdos. En muchas ocasiones la repetición de premisas y conceptos nos convence que las cosas son como decimos sin detenernos a analizar el fundamento de las mismas. “El hábito hace al monje” reza un conocido refrán que alude al tema.
Nuestra comunidad no escapa a este riesgo, con la particularidad que se confunden las ideas con una fuerte tendencia desde las vertientes culturales y religiosas que conforman nuestra esencia. Hemos llegado a convencernos de ciertas ilusiones particulares con una actitud que elude, frecuentemente, la autocrítica. Uno de esos paradigmas es la vocación institucional de servicio, el interés generoso hacia el prójimo y sus necesidades.
La palabra siniestro/a deriva del latín sinister. Por un lado significa la mano izquierda o el sitio que se encuentra a la izquierda de algo. Otro uso hace referencia a aquel o aquello que tiene propensión hacia lo malo o funesto. Se trata de una tendencia que es malintencionada.
Es interesante notar que las connotaciones negativas del término surgen en la Edad Media. Durante el oscurantismo se estableció una metódica oposición al librepensamiento para impedir el cuestionamiento de dogmas y costumbres. Para erradicar la herejía y a sus ideólogos se creó la Inquisición. Uno de los métodos de selección y prueba suficiente de herejía era documentar prácticas de brujería; sea un escrito, una idea o el simple uso de la mano izquierda. La izquierda representaba el mal, lo oscuro. Como en nuestro país hasta hace poco, ser zurdo en la Edad Media podía costar la vida.
Por el contrario la derecha goza de alta estima. Estar ubicados a la derecha de un magistrado significa un reconocimiento de confianza. Una persona es diestra cuando domina su oficio. Por su filosofía conservadora la extrema derecha se identifica con el lema “Dios, Patria y familia”, excluyendo a otras formas políticas de este lugar privilegiado.
Esta distinción de lateralidad es utilizada en el juicio final descripto por Cristo en los evangelios. Hay un grupo de personas que creen haber cumplido con las condiciones de heredar el Reino de los Cielos. Se reivindican como celosos de la ley, hacedores de milagros, labradores de buenas intenciones y suscriptores de un régimen religioso intachable. Sin embargo el Juez Supremo, alegando no conocerlos, los expulsa colocándolos específicamente a su izquierda. A la derecha se encuentra un grupo de seres sorprendidos con el beneficio de participar de su reino. Son quienes desarrollaron un profundo sentido solidario en el ejercicio de su condición de humanos más allá de los imperativos morales. Ellos son aquellos que asistieron al prójimo prescindiendo de la condición socioeconómica, identidad religiosa, militancia institucional o el oportunismo político.
Cuando escucho las historias de penas y desamparos en este municipio saludable, pienso en la expresión que Nietzsche puso en boca de Zaratustra: “Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros mismos; y una vez que lo habéis seducido a pensar bien de vosotros, también vosotros mismos pensáis bien de vosotros.” ¿Cuán convencidos estamos de aquello que no podemos sostener, que los excluidos señalan desde su impotente silencio? La Biblia asegura que habrá siniestros sorprendidos cuando el Juez dicte sentencia.

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