martes, 24 de mayo de 2011

De Héroes, Patria y Escarapelas

Hace unos días atrás un amigo preguntaba en Facebook si podíamos ayudarlo a comprender mejor la diferencia entre Patria, Nación, Héroes y Santos. ¿Es lo mismo a través de los tiempos y las culturas?

Resulta interesante ponerse a pensar y arriesgar definiciones. En estos días de conmemoraciones y festejos patrios la lectura se remonta al pasado. Inmediatamente viene a la mente la imagen de los próceres, personas comunes que interpretaron las señales de su entorno como una oportunidad de generar cambios que, en la mayoría de los casos, no alcanzaron a disfrutar. Algo parecido ocurrió con los que entregaron su vida para compartir una fe que los apremiaba. El punto de coincidencia era el anhelo de libertad, la necesidad de transmitir un legado y la actitud desinteresada al generar un beneficio para todos.

El concepto de Patria tiene diversas connotaciones. Los romanos acuñaron el nombre haciendo referencia a la tierra de los padres. Aun cuando no fuere el territorio natal suele designar la tierra a la que uno se siente ligado por vínculos diversos. Su significado suele tener connotaciones políticas o ideológicas, y por ello es objeto de diversas interpretaciones generalmente con fines proselitistas.

Para algunos, la Patria no es más que un pedazo de tierra al que suelen referirse con hábito crítico y cierto desprecio hasta que se encuentran fuera de ella, donde una melodía lánguida o un aroma familiar suele despertar nostalgias y deseos de volver.

Nación, a mí entender incluye todo eso: el legado de nuestros padres y los padres de ellos, de los héroes y santos y de los no tan santos, dentro de un territorio que los contiene.

Cualquier fecha es válida para reflexionar sobre esto, pero cobra un significado especial cuando recordamos las gestas libertarias que nos dieron la independencia. Así, la construcción del “grito sagrado” no fue un mero discurso romántico, la consecuencia natural de alguna forma de tiranía sobre un pueblo que echaba raíces en un terruño cada vez más propio y personal, ni la distancia cada vez más evidente con la cultura original. La libertad surgió de un compromiso con la autonomía, de la necesidad de tomar parte en las decisiones que afectaban lo personal con un profundo sentido solidario a la hora de defender lo colectivo y de la conciencia de construir un futuro diferente a partir de esa responsabilidad.

Cuando las banderas tapizan las paredes y las escarapelas engalanan las solapas suelo preguntarme cuan conscientes estamos de lo que significan. Antoine de Saint Exupery se refirió al pensamiento como la única forma de libertad y Goethe dijo que quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, es un suicida en pie. La libertad, como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días.

Dos siglos de independencia nos han enseñado que eterna vigilancia es el precio de la libertad, aunque las vicisitudes históricas parecen demostrar lo contrario. A veces tengo la impresión de encontrarme frente a sucedáneos, que la autonomía fue reemplazada con mitos, historias fantásticas o la mezquina protección de los intereses personales violentando derechos ajenos.

Cada escarapela en el pecho debería recordarnos el compromiso de proteger todo lo que nos hace una Nación. Sendero por el que transitamos todos y cada uno en la transferencia de un legado sagrado que se nutre de la convivencia, la fe y la esperanza.

1 comentario:

Alvaro Llano dijo...

Hola Doctor.
Muy oportuno para el tiempo de seudopatriotismo que estamos viviendo en Paraguay y Argentina, donde festejamos los 200 años de independencia de España, pero no de la dictadura de la politica corrupta que nos gobierna.

Saludos de Paraguay. lo extrañamos por aqui, Ud. salvo la vida de mi hija y eso nunca se olvida.

Alvaro Rubén padre de Rebeca Maria.