sábado, 21 de mayo de 2011

El jardin de La Solapa


No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que —casi libre y soberano artífice de ti mismo— te plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás — de acuerdo con la decisión de tu voluntad— regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas. Pico Della Mirándola, Oratio de hominis dignitate.

En su obra “El miedo a la libertad” Erich Fromm se propone analizar a través de cuáles mecanismos psicológicos los hechos estructurales contribuyen a la formación de la conciencia de cada uno de los grupos específicos en que se diferencia la sociedad, y cómo ocurre que esta conciencia a su vez llega a transformar aquellos hechos estructurales, erigiéndose así en sujeto del proceso, y no únicamente en su resultado. La concepción iluminista que presentaba al hombre como un ser racional capaz de asumir decisiones adecuadas a sus intereses, siempre que tenga acceso a la información necesaria, pareció sufrir un golpe decisivo. El problema de la racionalidad de la acción —anticipado por sociólogos y filósofos— se presentó dramáticamente después de la primera guerra mundial con el surgimiento de tendencias que negaban las aspiraciones más arraigadas en la conciencia del hombre occidental. Esta explosión de irracionalidad, cuyas expresiones han abarcado todos los aspectos de la cultura, se ha manifestado en el campo político como negación de la libertad (Germani).

Aunque esencialmente libre por creación y naturaleza –según la tesis de Fromm- esta libertad le ha proporcionado al hombre independencia y racionalidad pero lo ha aislado. La inseguridad del individuo aislado genera recursos de adaptación como el autoritarismo, la evasión y la conformidad automática.
Simón Bolívar dijo que "más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía". Probablemente en el campo de la política el miedo es un arma eficaz cuando se  utiliza como artillería contra el pensamiento autónomo y crítico.

Recuerdo los veranos en que visitábamos a mi abuela. Nos contaba cuentos de Italia, aventuras de infancia y recetas de manjares que prometía hacernos probar a cambio de besos y obediencia. Luego del almuerzo, con extraordinaria habilidad narrativa, nos advertía de la presencia de personajes fantásticos dispuestos a secuestrar cualquier niño que osara evadir la restricción de la siesta. Inicialmente el método aseguraba el silencio y la tranquilidad a la hora del forzoso descanso de la gente de campo. Reconozco su esfuerzo para crear un personaje verosímil: el pordiosero de la comarca o una loca que se escapó del manicomio y se aseguraba que andaba escondida por los arbustos del lugar. Alguna tórrida tarde estival, cuando el calor desvanecía el paisaje entre sus vahos, nos ocultaba detrás de las cortinas asegurándonos que le pareció verlos viniendo por el camino o esconderse entre los matorrales. A medida que crecimos y exploramos los límites, las historias fantásticas perdieron efectividad, resultando anécdotas risueñas.  La vida nos cambió, fuimos olvidando la sorpresa ante lo fantástico. Insensatos en la urgencia de volvernos grandes perdimos la capacidad de asombro.

En estos tiempos de cambios posibles y necesarios, abundan las advertencias sobre los peligros de buscar otras alternativas de gobierno. Como si fuera la hora de la siesta, quienes se aferran al poder  y se consideran dueños de las ideas, proclaman argumentos y amenazas espantosas sin sustento, razón o identidad. Probablemente para poder seguir durmiendo tranquilos.

3 comentarios:

Lorena dijo...

Escrito suficientemente persuasivo como para apelar a un voto inteligente y responsable.
Un abrazo.

Nestor Zawadzki dijo...

Hola Lorena! La pagina politica es otra, jaja. A no ser que te refieras a los votos que hay que hacer con el compromiso en vivir la vida a pleno. Abrazo.

Lorena. dijo...

...jeje depende de las propuestas y la plataforma electoral.
Aunque seria triste que lleguemos al punto de la necesidad de ser persuadidos para votar por una vida plena.