lunes, 2 de mayo de 2011

De gaviotas y de halcones

Escribo estas líneas desde mi cuarto de hotel en Villa Gesell. Es de noche, afuera sopla una brisa fresca y, desde mi ventana, puedo ver que el cielo se encuentra nublado. Hace unas horas, cuando la luz solar se traslucía entre las nubes fui caminando hasta la playa. Nunca estuve aquí. Me sorprendieron las dunas, o, mejor dicho, me sorprendió la ciudad oculta entre las dunas y los árboles.

Según relata una escueta descripción fuera de la casa fundacional, actual museo municipal, originalmente el lugar no tenía arboles y las dunas eran las únicas dueñas del lugar. Con el tiempo los pobladores fueron modificando el paisaje marcándolo para siempre con edificios y espacios para la explotación turística, resultando un lugar acogedor y bonito.

El motivo de mi visita es el 1er Concilio Médico Misionero de la Unión Argentina. Este evento se constituyó en un espacio de reflexión acerca de la responsabilidad que tiene cada componente del equipo de salud de las distintas instituciones médicas adventistas en buscar un encuentro personal con Dios que genere un reavivamiento. Esta renovación espiritual llevará al necesario cambio en ideas y teorías, hábitos y prácticas.

Mientras caminaba por la playa vi unas gaviotas pescando. Había mucho viento y el mar estaba picado. Las olas rompían con fuerza sobre la costa levantando espuma. La bruma impedía la visibilidad a distancia y el mar se confundía con el cielo gris. Como ajenas a esta condición meteorológica, las aves volaban ágiles y, de vez en cuando, se zambullían en busca de su presa. Eran las más audaces e inquietas.
En otro sector de la costa tres gaviotas y un halcón, que parecía comandar el grupo, se esmeraban en proteger un par de pescados muertos que la marea arrojó sobre la arena. Yacían casi inmóviles, expectantes. No se arriesgaban a dejar el lugar por temor a perder la presa. Con un graznido intimidante hacían notar que estaban dispuestas a presentar pelea si fuera necesario.

Me puse a reflexionar en esta escena. Mientras un grupo de aves trabajaba por lograr comida fresca, luchando contra el viento y las olas, el otro se conformaba con un par de pescados podridos bajo las órdenes de un ave rapaz. No pude evitar asociar la escena a la realidad social local.

Con cuánta frecuencia nosotros, los habitantes de la Colina de la Esperanza, cualquiera fuere la condición o rango asumimos la posición del segundo grupo. Resulta evidente tanto en las pugnas políticas, como en ciertos espacios de poder. Pareciera conformarnos lo que consideramos presa segura y la defendemos con garras y dientes o amenazadores graznidos. En esa instancia desaparece de vista el semejante y la monstruosidad fétida de aquello que constituye el botín ocupa la escena, la carroña se vuelve protagonista.

¿Qué pasaría si nos animáramos a probar comida fresca en un mar repleto de peces? ¿Qué sería de nuestra comunidad si en vez de pelearnos por un pescado descompuesto procuramos abrir las alas y conseguir el alimento que merecemos? Hay tanto para buscar: la solidaridad como bien, la equidad social, la tolerancia, el abrazo fraterno, las ideas innovadoras, la pertenencia, la comprensión y el reconocimiento a los que hicieron camino, la vida digna, la fe inquebrantable.

Basta con batir las alas y comenzar a volar. Para ver las cosas desde otra perspectiva, para procurar comida fresca. Para recordarnos que nuestro destino es volar y no aferrarnos a la carroña.

4 comentarios:

Jose dijo...

me encantó la paráfrasis, ojalá como argentinos pudieramos entender esto y decidir bien en octubre, teniendo memoria, y no seguir aferrados a la carroña de Cristina K y el FPV, sino elegir alguna alternativa que nos trate como seres humanos.

Nestor Zawadzki dijo...

Coincido contigo, José, en la necesidad de un cambio, evolución que debe comenzar con cada uno de nosotros. No creo que hay que desacreditar los hechos positivos y los logros alcanzados de cualquier gobierno, ni minimizar la responsabilidad de una oposición ausente. Me parece que en la construcción política hay que avanzar hacia la concreción de políticas públicas que trasciendan los gobiernos cualquiera sea su orientación, de esa forma estaremos alcanzando el objetivo de tratarnos como seres humanos.

Lorena dijo...

No sera que el halcon mas bien tenia en vista las gaviotas como su almuerzo o cena?... en la cadena, ellas son presas de los halcones.
Como en la politica, no sera que el halcon que viste te vendio el cuento? :) (de todos modos quedo bien claro tu comparacion entre la actitud de los dos grupos de gaviotas)
Un abrazo.

Nestor Zawadzki dijo...

Lorena: es cierto lo que decis. Resulta patético ver una halcón que prefiere el suelo por temor a perder la presa o para cazar una gaviota. Tambien resulta pateticamente perverso ver un halcon que pretende confundirse con las gaviotas para que piensen que es una de ellas...
Abrazo