jueves, 14 de enero de 2010

Las ventanas de Villaoscura III

Josefina Plá (cont.)

El viajero abrió otra ventana en aquella casa y luego dos o tres más en otra. Pero luego le entró miedo de lo que: harían los villaoscurinos si viesen sus lindas paredes llenas de agujeros. Y en cuanto fue otra vez de día salió corriendo del pueblo.

Los vecinos le buscaron mucho, llamándole, pero no lo encontraron Entonces, como lo de la ventana les había gustado, todos fueron a buscar sus martillos y empezaron a dar, a ciegas, porrazos a las paredes. Tanto se entusiasmaron, que abrieron ventanas a todo lo
redondo de las casas como cuando se abre una lata de picadillo; y naturalmente las casas se vinieron abajo; solamente que como las paredes eran bien derechas y trabadas, al caer la parte de arriba se ajustó sobre la de abajo como una tapa sobre su caja. Los villaoscurinos se llevaron un susto tremendo y además se volvieron a quedar a oscuras, sólo que con el techo más bajo que antes. Los más altos andaban dándose de coscorrones en las vigas. Además las escaleras de adentro y de afuera se plegaron en forma de Z con lo cual en los primeros días los villaoscurinos tuvieron que hacer prodigios de acrobacia para salir y entrar en sus casas, aunque al final se acostumbraron y con el tiempo esos ejercicios fueron parte del folklore nacional.

De todo esto los villaoscurinos dedujeron que las ventanas eran cosa peligrosa. Y decidieron no abrir ninguna más. Pero como observaron que las estrellas seguían todas en su sitio, vieron en ello una prueba de que la catástrofe no había sido tan grande después de todo, y continuaron viviendo como antes.

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