domingo, 17 de enero de 2010

Lo irremediable

“Un mecanismo ciego, que no tiene en cuenta para nada el grado de perfección espiritual, hace tambalear continuamente a los hombres. No se trata de que la Providencia de Dios esté ausente. Es por Su Providencia que Dios ha querido a la necesidad como un mecanismo ciego. Si el mecanismo no fuese ciego, de ninguna manera habría desgracia. La desgracia es ante todo anónima, priva a los que afecta de su personalidad y los convierte en cosas.” Simone Weil

En mi experiencia de vida como neonatólogo, el sufrimiento sigue convulsionando mis sentimientos e ideas. Es que todo mi ser se resiste a aceptar que una criatura escasa en peso y lapso de existencia deba padecer el rigor de la vida, el dolor del sufrimiento, la pena de la incertidumbre, los limites de las secuelas y, a veces, el empecinamiento terapéutico que le impide descansar en paz.
Por otro lado, desde la psicología colectiva, tendemos a aceptar más fácilmente ciertos eventos trágicos como, por ejemplo, los accidentes automovilísticos. Desde la misma visión objetiva, el vuelco del ómnibus en Viale debido a la tormenta de la semana pasada y su saldo fatal no difiere de la tragedia de Haití, sin embargo esta última nos agobia. Perturba saber que 3 millones de personas perdieron todo en cuestión de segundos, duele más estar al tanto que esto ocurrió en el país más pobre de América, producto de la explotación colonialista. Por cierto, me duelen los vivos, los que quedan, los que estarán sobreviviendo al cruel pensamiento de saberse seleccionados por el azar, pensando porqué la muerte no les tocó a ellos; los que cargan en su mochila lo puesto y los recuerdos que intentan sostenerse entre las sacudidas de la tragedia.
La tragedia no discrimina. No castiga al hombre que realiza el bien, sino que los hace a pesar del bien que realiza (Kovadloff). A veces pienso en Moisés escribiendo desde el dictado divino sus propios minutos finales, como dice el Talmud “Dios las dictaba, y Moisés las escribía llorando“(Baba Batra 15). Ante lo irremediable sufrimos los vivos, los espantados, los relacionados; relativos o absolutos, pero siempre sobrevivientes.
Escuché a alguien decir que todo castigo es consecuencia de alguna culpa. Que Haití, pagano, oscuro, atrasado e indolente fue “elegido” para recibir una llamada de atención. Puede que tenga razón, pero esta reflexión me orienta a pensar si esta advertencia no es para nosotros. “La humanidad aún no es humana, por eso odiamos mas allá de todo odio a aquel que nos pide algo que sabemos que es justo pero que nos negamos a hacer”. (Kovadloff)
Los cristianos buscamos consuelo en el mismo Dios a quien muchos estarán culpando de ausente. Pienso que el argumento para conciliar esta paradoja reside en la oportunidad de ejercer nuestra solidaridad. De ponernos por un instante en el lugar del otro; de recomponer el orden de prioridades individuales y colectivas. De comprender que no esperamos que el Mesías venga, sino esperamos para que el Mesías vuelva y esto significa gestión, ejercicio, lucha, valentía, paciencia, estoicismo y solidaridad.
Ante la parálisis emocional que nos produce el dolor propio o ajeno a los sobrevivientes nos queda una responsabilidad indeclinable: vivir el aquí y ahora rescatando los fragmentos de felicidad que lo componen. Como escribió Fiedor Dostoievski en su cuento Noches Blancas: “¡Dios mío! ¡Todo un momento de felicidad! ¿No es eso bastante para colmar una vida?”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No son muertos los que en dulce calma, la paz disfrutan de la tumba fria, muertos son los que llevan muerta el alma y viven todavia!.....no sera que mas frecuentemente debemos hacer una pausa y preguntarnos si nuestras almas estan muertas ante lo que sucede frente a nuestros ojos?.

Nestor Zawadzki dijo...

A veces las "urgencias" y "prioridades inducidas" pueden mantenernos los suficientemente aturdidos como para no ver en lo necesario, lo imprescindible.
En el lamento de Nicetas ante la destrucción de Constantinopla (en Baudolino de Umberto Eco), se escucha el deseo de tener una señal que anticipe las tragedias: "Oh Cristo Señor y Dios, ¡cuáles fueron entonces nuestras angustias y nuestras tribulaciones!¿Cómo y por qué el fragor del mar, la ofuscación y la total oscuridad del sol, la roja aureola de la luna, los movimientos de las estrellas no nos habían presagiado aquella última desventura?". Sí, coincido en que lo irremediable pueda funcionar a modo de espejo del alma; tal vez los presagios sobran y no los estamos viendo...

Anónimo dijo...

"Ver lo imprescindible en lo necesario"...parece ironico, que muchas veces podemos ver lo imprescindible de lo necesario cuando somos "activos". Paso a ser imprescindible involucrarme en los desafortunados en recibir alimentos, educacion y afecto, cuando activamente participe en un orfanato...pero a la misma vez corremos el riesgo de "aturdirnos" y volver a confundir el uno por el otro.